El Pequeño Sembrador y su Gran Sueño



Érase una vez en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos, un niño llamado Mateo. Mateo era conocido en el pueblo como el 'Pequeño Sembrador' porque siempre soñaba con convertir el campo en un lugar lleno de flores. Por las mañanas, salía con su bolsa de semillas y su pala, listo para hacer realidad su sueño.

Un día, mientras Mateo sembraba en una colina, se encontró con su amiga Lila, una curiosa mariposa.

"¿Qué estás haciendo, Mateo?" - preguntó Lila, revoloteando a su alrededor.

"Estoy sembrando semillas para que crezcan flores y nuestro pueblo sea más bonito" - respondió él con entusiasmo.

Lila titiló sus alas con admiración.

"¡Eso suena genial! Pero, ¿no te da miedo que las semillas no crezcan?" - inquirió, preocupada.

Mateo sonrió y dijo:

"Siempre hay que intentarlo, Lila. Si no lo hacemos, nunca sabremos lo que puede pasar. Además, las semillas necesitan cuidado y amor para crecer."

Esa tarde, el cielo se nubló y comenzó a llover. Mateo se preocupó por sus semillas.

"¿Qué pasará si la lluvia las arrastra?" - se preguntó angustiado.

Lila, que estaba sentada en una rama, lo consoló.

"No te preocupes, Mateo. La lluvia es buena para las semillas. Les dará el agua que necesitan. ¡Es parte del proceso!"

Con un poco más de confianza, Mateo continuó sembrando.

Pasaron días y días, y la lluvia a veces era más intensa, pero Mateo nunca dejó de cuidar su campo. Pasaba horas y horas observando el suelo y asegurándose de que todo estuviera en orden.

Un día, al regresar del pueblo, vio algo increíble: ¡las primeras flores habían brotado!"¡Mira, Lila!" - exclamó con alegría.

Lila aplaudió sus alas, volando de felicidad.

"¡Lo lograste, Mateo! ¡Tus esfuerzos han dado frutos!"

Mateo no podía creerlo, la colina estaba llena de colores vibrantes y aromas agradables, haciendo sonreír a todos los que pasaban por allí.

Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que había un problema. Cada vez que los niños del pueblo se acercaban a admirar las flores, los adultos los regañaban por correr y jugar cerca.

"¡No corran, podrían dañar las flores!" - decían.

Mateo, viendo esto y recordando lo feliz que se sentía al ver sus flores, decidió que era momento de actuar.

"Lila, tengo una idea. Necesitamos hacer un lugar donde los niños puedan jugar sin dañar las flores."

Así que comenzó a hablar con los adultos y les explicó lo que había hecho.

"Si creamos un pequeño parque aquí, los niños podrán jugar y aprender a cuidar las flores. ¡Podríamos tener un día de la naturaleza!"

Los adultos se miraron entre sí, sorprendidos, y luego dijeron:

"Tienes razón, Mateo. Vamos a hacer un lugar divertido y hermoso para todos."

Siguieron el plan de Mateo, y muy pronto, el lugar se convirtió en un increíble parque lleno de flores, juegos y mariposas. Los niños aprendieron a cuidar las plantas y todos disfrutaron del bello paisaje.

Mateo había logrado su gran sueño, y encima, había hecho de su idea un espacio maravilloso para compartir con su comunidad.

"Gracias por hacerme parte de tu sueño, Mateo" - dijo Lila, mientras en sus alas brillaba el reflejo del sol.

"Y gracias a vos, puedo hacer que otros también sueñen" - respondió Mateo, feliz, mirando a todos jugar.

Y así, el pequeño sembrador transformó su mundo con amor, esfuerzo y un gran deseo de compartir.

Desde entonces, siempre que alguien le decía 'no se puede', él respondía:

"Si lo intentamos, nunca lo sabremos."

Y con eso, tanto los niños como los adultos aprendieron a soñar y a sembrar, no solo flores, sino también felicidad a su alrededor.

FIN.

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