El Pequeño Sol que Hacía Felices a los Demás




En un rincón del universo, la Tierra se encontraba triste. Sus volcanes ya no lanzaban chispas de alegría, los ríos apenas murmuraban y las flores habían perdido su brillo. La razón de esta melancolía era que los humanos habían olvidado cómo ser felices.

Preocupado por su amigo, el Sol decidió hacer algo al respecto. Con gran amor, el Sol se acercó a la Tierra y le susurró al oído: "Querida amiga, no estás sola. Para iluminar tus días grises, te regalaré algo especial".

Entonces, el Sol le obsequió una hermosa Luna. La Tierra, conmovida por tan lindo gesto, observaba maravillada cómo la Luna llenaba sus noches de luz plateada. La tristeza empezó a ceder, pero aún faltaba algo para iluminar su interior.

El Sol, con su eterna sabiduría, decidió crear algo aún más especial. Moldó con sus manos un pequeño ser hecho de pura luz, un niño radiante que brillaba con luz propia: el pequeño humano Sol. Este niño especial tenía la misión de traer alegría y felicidad a los corazones de los habitantes de la Tierra.

El pequeño humano Sol descendió suavemente, desplegando su resplandor por toda la Tierra. Al caminar, sus rayos tocaban los corazones de las personas, despertando sonrisas, carcajadas y abrazos. Los colores volvían a cobrar intensidad, los cantos de los pájaros se volvían más alegres y la Tierra, poco a poco, recuperaba su brillo interior.

Pero no todo sería tan sencillo. Un día, una densa nube de tristeza y desesperanza intentó cubrir la Tierra una vez más. El pequeño humano Sol, sin embargo, no se rindió. Con valentía y amor, se dirigió hacia la nube y comenzó a irradiar luz y calor. Sus brillos dorados lograron disipar la neblina gris, iluminando cada rincón con su resplandor.

Así, la Tierra volvió a brillar, no solo por el regalo del Sol y la Luna, sino también por el amor y la alegría que el pequeño humano Sol compartía con todos. Los humanos aprendieron a apreciar los pequeños momentos de felicidad, a cuidar el planeta y a irradiar luz propia para iluminar el mundo.

Y desde entonces, el pequeño humano Sol siguió brillando, recordándonos que la verdadera luz proviene del amor y la alegría que compartimos con los demás.

FIN.

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