El Pequeño Tortoise y la Gran Carrera
Había una vez en un colorido bosque, un pequeño tortugo llamado Toto. A Toto le encantaba soñar con correr tan rápido como los demás animales. Pero, a diferencia de sus amigos, él tenía una gran caparazón que le hacía más lento y no podía alcanzar a los demás.
Un día, en el claro del bosque, los animales se reunieron para hablar sobre una carrera que se llevaría a cabo el próximo mes. El veloz conejo Rolo, la ágil gacela Lila y el astuto zorro Tico se preparaban para competir.
"¡Yo ganaré sin esfuerzo!" -rió Rolo, mostrando su rapidez.
"No, yo soy la más rápida, nadie me puede ganar" -dijo Lila mientras saltaba alrededor de los otros animales.
Toto sintió en su corazón un deseo inmenso de participar, así que se acercó al grupo.
"¡Yo quiero correr también!" -exclamó Toto con entusiasmo.
Los demás animales se miraron y comenzaron a reírse de él.
"¿Tú? ¡Pero sos el más lento de todos!" -dijo Tico con una carcajada.
Toto sintió que se le caía el mundo encima, pero no se dejó desanimar. Regresó a su casa decidido a prepararse para la carrera. Sabía que no podría competir con la velocidad de los otros, pero podría esforzarse al máximo.
Cada día, Toto comenzó a entrenar. Se despertaba al amanecer y corría largas distancias. Aunque al principio se sentía cansado y desanimado, recordó las palabras de su mamá: "La perseverancia es la clave del éxito". Así que continuó, día tras día, mejorando poco a poco.
Finalmente, el día de la carrera llegó. Todos los animales del bosque se reunieron para ver el gran evento. Las banderas ondeaban y el ambiente estaba lleno de emoción.
"¿Estás listo, Toto?" -preguntó su amigo el pájaro Pipo, quien lo había estado animando durante su entrenamiento.
"Estoy listo, Pipo. Haré lo mejor que pueda" -respondió Toto, con un brillo de determinación en sus ojos.
La carrera comenzó con un poderoso silbido del referee, un búho sabio llamado Don Ovidio. Rolo, Lila y Tico salieron disparados, dejando a Toto muy atrás. Pero él no se desanimó. A su propio ritmo, continuó avanzando hacia la meta.
Al principio, todos los animales burlaban de él.
"¡Vamos, Toto! ¡Podés hacerlo!" -gritaba Pipo desde una rama.
"¡No te rindas!" -añadió la tortuga amiga de Toto, Tula.
Y aunque los comentarios despectivos seguían, Toto mantenía su enfoque. Mientras los demás animales, confiados en su rapidez, comenzaron a tomar descansos, Toto siguió sin parar, buscando mejorar cada vez más.
Cuando faltaba poco para llegar a la meta, Rolo se tumbó en una sombra, convencido de que nadie podría alcanzarlo.
"Oh, aquí estaré un rato, me sobra tiempo. ¡Esta carrera es mía!" -dijo el conejo, riendo a carcajadas.
Lila, al ver a Rolo descansando, decidió hacer lo mismo, miró hacia atrás y pensó que al excéntrico de Toto no le costaría alcanzarlos.
Mientras tanto, Toto seguía avanzando. Miraba hacia adelante, y aunque su caparazón le pesaba, su determinación lo impulsaba. Fue pasando por cada punto, acumulando su esfuerzo.
Cuando Rolo y Lila decidieron levantarse, se dieron cuenta con horror que Toto estaba muy cerca de la meta.
"¡¿Qué? !" -gritó Lila.
"¿Cómo puede ser?" -dijo Rolo, saltando hacia adelante.
Pero Toto no se detuvo. Con sus últimas fuerzas, cruzó la meta antes que ellos.
"¡Lo logré!" -gritó Toto mientras los demás animales lo miraban asombrados.
Todo el bosque estalló en aplausos. Había ganado la carrera, pero más que eso, había demostrado que la perseverancia tiene su recompensa.
"Hoy aprendí que nunca debemos subestimar a alguien que está decidido a alcanzar su meta" -dijo Don Ovidio, mientras miraba a Toto con orgullo.
"Nunca hay que rendirse, aunque parezca imposible" -añadió Pipo emocionado.
Desde ese día, los animales del bosque jamás volvieron a reírse de Toto; en su lugar, le pidieron consejos sobre cómo lograr sus metas. Toto se convirtió en el símbolo de perseverancia, y su historia se contó a los más jóvenes inspire a todos a nunca rendirse.
FIN.