El Pequeño Uno y su Aventura Frutal
En un colorido jardín, donde las verduras y las frutas bailaban al ritmo del viento, vivía el número Uno. Era un número muy especial, pero a menudo se sentía solitario porque era el único de su especie.
Un día, mientras el Uno contemplaba las nubes, vio cómo una manzana roja y brillante se caía de su árbol. Curioso, se acercó y dijo:
- ¡Hola, Manzana! Te vi caer. ¿Estás bien?
- ¡Hola, Uno! Sí, solo quería jugar, pero ahora estoy un poco triste porque estoy sola en el suelo.
El Uno sintió una chispa de alegría. Quería hacer sentir mejor a la Manzana.
- No te preocupes. Yo soy Uno, y aunque soy solitario, me gustaría acompañarte. ¡Vamos a encontrar a otros!
La Manzana sonrió y juntos comenzaron a recorrer el jardín. En su camino, se encontraron con una zanahoria que estaba intentando levantarse, ya que se había atorado entre dos piedras.
- ¡Hola! Soy Zanahoria. Estoy atrapada y no puedo salir.
- ¡No temas! - dijo el Uno - Con mi ayuda, lo lograremos. ¡Vamos, Manzana!
La Manzana y el Uno buscaron la forma de ayudar a la zanahoria. La manzana rodó y la zanahoria usó sus hojas para empujar con fuerza. Finalmente, ¡lo lograron!
- ¡Gracias, Uno y Manzana! - exclamó Zanahoria mientras se acomodaba.
- ¡De nada! - respondió Uno, sintiéndose feliz por haber ayudado.
Continuaron su camino y encontraron a un plátano que lloraba.
- ¿Por qué lloras, Plátano? - preguntó el Uno.
- Estoy triste porque no tengo amigos y no sé bailar como los demás.
El Uno pensó un momento y luego sonrió.
- Entonces, ¿por qué no bailamos juntos? ¡Todos pueden bailar de formas diferentes!
La Manzana y la Zanahoria asintieron. Entonces, todos se pusieron a bailar. ¡El Uno movía sus cifras, la Manzana giraba, la Zanahoria saltaba y el Plátano se balanceaba!
De repente, la brisa sopló y reunió a todos los vegetales y frutas del jardín. Lechugas, tomates, naranjas, todas acudían al escucharlos reír. Todos querían saber qué sucedía.
- ¡Hay una fiesta! - gritó el Uno.
Las frutas y verduras comenzaron a unirse. Eufóricos, decidieron hacer un gran baile en el centro del jardín. El Uno sintió su corazón palpitar de alegría al ver a todos juntos.
- ¡Qué bueno que todos estemos aquí! - dijo la Manzana.
- Sí, juntos hacemos una gran comunidad - agregó la Zanahoria.
El Plátano miró al Uno y dijo:
- Uno, gracias por unirnos a todos. ¡Jamás pensé que un número podría ser tan divertido!
El Uno sonrió de oreja a oreja. Era cierto que era el único, pero pronto se dio cuenta de que ser Uno tenía un poder especial: la capacidad de unir a los demás. Con cada baile, cada risa y cada palabra, el Uno se sentía menos solo.
Cuando el sol se empezó a esconder, todos se despidieron, pero no antes de hacer una promesa.
- ¡Nos encontraremos aquí todos los días para seguir bailando y ayudando a los demás! - gritaron.
Y así, el pequeño Uno descubrió que aunque era uno, no estaba solo. Tenía un papel muy importante en el jardín. Todos estaban felices de tener un amigo que podía sumar buenas energías y alegrías.
Desde ese día, el Uno no solo fue un número, sino el héroe del jardín. Se daría cuenta que, siendo Uno, podría hacer que muchos otros se unieran en la alegría y la amistad. Porque a veces, todo lo que hace falta es un pequeño número uno para cambiar el mundo alrededor.
FIN.