El pequeño zorzal y sus sueños voladores
Mi nombre es Nicolás y me encanta observar a las aves en el campo. Un día, mientras caminaba por el bosque, encontré un pequeño zorzal herido. Lo recogí con cuidado y lo llevé a mi casa para cuidarlo. Le puse por nombre Chirri, y aunque al principio estaba asustado, poco a poco se fue acostumbrando a mi compañía. Le preparaba alimentos y agua fresca todos los días, y él se mostraba agradecido con su canto melodioso.
Un día, mientras observaba a Chirri, me di cuenta de que sus alas se estaban curando y comenzó a revolotear alrededor de la habitación. Entonces, tuve una idea: construirle un aviario en el jardín para que pudiera volar libremente. Pasé días construyendo el lugar perfecto para que Chirri se sintiera seguro y feliz.
Una mañana soleada, abrí la puerta del aviario y Chirri salió con timidez. Empezó a explorar su nuevo espacio, y de repente, se impulsó con sus alas y comenzó a volar por el jardín. Me quedé admirado viendo cómo su pequeño cuerpo se deslizaba por el aire, y su canto se escuchaba en todo el vecindario. Desde ese día, Chirri se convirtió en mi amigo inseparable, y juntos emprendimos muchas aventuras por el campo, siempre cuidando de la naturaleza y aprendiendo de las aves que nos rodeaban.
Aprendí que, al igual que Chirri, todos tenemos sueños que nos impulsan a volar alto. A veces, esos sueños pueden parecer inalcanzables, pero con esfuerzo y perseverancia, podemos lograr todo lo que nos propongamos. Siempre recordaré a Chirri como mi maestro de vuelo y mi inspiración para seguir mis propios sueños.
FIN.