El Perdón de Maia


Maia estaba en su habitación, sentada en su cama y se sentía muy triste. Había tenido una discusión con su papá y le había contestado mal.

Sabía que lo había lastimado y no podía dejar de pensar en ello. - ¿Qué voy a hacer? -se preguntaba Maia mientras se abrazaba las rodillas-. Le falté el respeto a mi papá y eso está mal. Maia sabía que debía pedirle perdón a su papá, pero no sabía cómo hacerlo.

Estaba tan avergonzada de sí misma que no quería ni salir de su habitación. De repente, escuchó un ruido afuera de su ventana. Era una mariposa amarilla que revoloteaba alrededor del cristal como si quisiera entrar.

Maia se acercó a la ventana y la mariposa voló hacia ella. - Hola, pequeña mariposa -dijo Maia sonriendo-. ¿Qué haces aquí? La mariposa parecía responderle con sus alas moviéndose rápidamente.

Maia pensó que era extraño, pero también se sintió reconfortada por tener compañía. - Sabes, pequeña mariposa, hoy tuve una discusión con mi papá -confesó Maia-. Le contesté mal y ahora estoy muy preocupada porque lo lastimé mucho.

La mariposa volvió a mover sus alas como si entendiera lo que decía Maia. - Me gustaría poder arreglar las cosas con él -continuó hablando Maia-, pero no sé cómo empezar a pedirle perdón.

La mariposa siguió revoloteando alrededor de Maia y ella pensó que tal vez estaba tratando de decirle algo. De repente, la mariposa se detuvo en el alféizar de la ventana y pareció señalar hacia afuera. Maia miró hacia donde apuntaba la mariposa y vio un arcoíris que se formaba en el cielo.

La vista era hermosa y Maia sintió una sensación cálida en su pecho. - Gracias por mostrarme el arcoíris -dijo Maia agradecida-. Me hace sentir mejor. La mariposa volvió a revolotear alrededor de Maia como si quisiera decirle algo más.

De repente, se posó sobre su hombro y dejó caer una pequeña hoja verde. Maia cogió la hoja y notó que tenía escritas unas palabras: "Pide perdón con sinceridad". - ¡Eso es! -exclamó Maia emocionada-.

Tienes razón, pequeña mariposa. Lo importante es pedir perdón con sinceridad. Maia salió corriendo de su habitación decidida a hablar con su papá. Cuando lo encontró, le pidió perdón por haberle contestado mal y le explicó cómo se había sentido después.

Su papá la abrazó fuerte y le dijo que todo estaba bien, que él también había cometido errores cuando era joven.

Desde ese día, Maia aprendió una valiosa lección gracias a la pequeña mariposa amarilla: siempre debía pedir perdón cuando hacía algo malo para poder seguir adelante con sus seres queridos. Y cada vez que veía un arcoíris en el cielo, recordaba que siempre había una oportunidad para hacer las cosas bien.

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