El Perrito Aventura en el Supermercado



Era un día soleado en la ciudad de Buenos Aires, y un pequeño perrito llamado Toby estaba explorando la calle. Toby era un perro curioso, con un pelaje marrón y unos ojos brillantes. Un día, mientras paseaba con su dueña, la señora Clara, se separó de ella y corrió hacia el supermercado.

Al entrar, Toby se sorprendió con los colores y olores que le rodeaban. Las frutas brillaban como piedras preciosas, y el aire estaba lleno del aroma del pan recién horneado.

- ¡Guau! - exclamó Toby.

Pero, antes de que pudiera explorar más, escuchó una voz.

- ¡Mirá, un perrito! - dijo una niña llamada Sofía, que estaba en la sección de cereales.

- Hola, soy Toby - ladró el perrito, moviendo su cola emocionado. - ¿Qué está pasando aquí?

- Estoy ayudando a mi mamá a elegir el mejor cereal - dijo Sofía. - A veces es difícil decidir porque hay tantos.

- Yo puedo ayudar - ofreció Toby, pensando que podría ser divertido.

Así que juntos se acercaron a los estantes de cereales. Pero mientras examinaban las cajas, Toby notó algo raro. En el pasillo de al lado, un grupo de galletas había caído al suelo.

- ¡Oh no! - ladró Toby. - ¡Alguien necesita ayuda!

Sin pensarlo dos veces, Toby corrió hacia las galletas, seguido por Sofía.

Al llegar, vieron que un anciano, el señor Ramón, estaba tratando de recoger las galletas.

- No te preocupes, señor Ramón. ¡Yo te ayudo! - dijo Toby, y con sus patitas comenzó a empujar las galletas hacia el lado.

- Gracias, pequeño amigo - sonrió el señor Ramón. - ¡Este supermercado necesita más perritos como vos!

Sofía se unió a Toby y, juntos, comenzaron a apilar las galletas nuevamente en su estante. El señor Ramón estaba tan feliz que decidió comprar algunas galletas para compartir.

- ¡Quiero un paquete con formas de hueso! - dijo Toby, mirando ansiosamente a los estantes.

- ¡Yo te lo traigo! - prometió Sofía.

Con las galletas en su lugar, Toby y Sofía continuaron su exploración. Luego se dirigieron hacia la sección de frutas. Toby no podía resistirse al olor de las fresas.

- ¡Mirá esas! - ladró emocionado.

- Vamos a probar una - sugirió Sofía, y juntas estiraron las manos hacia las fresas más rojas y jugosas. Pero cuando Sofía fue a agarrar una, se le resbaló y cayó al suelo.

- ¡Ay, no! - Sofía vio que la fresa rodaba por el suelo. Pero antes de que pudiera recogerla, Toby rápidamente lanzó su patita y atrapó la fresa en su boca.

- ¡Lo logré! - ladró Toby orgulloso. - Ahora podemos compartirla.

Sofía se rió. - ¡Eres un gran ayudante, Toby! Pero solo podemos comer la fresa si está limpia.

Entonces, con mucho cuidado, Sofía llevó la fresa a un lugar donde podían lavarla.

Después de un rato, cuando ya habían recogido algunas frutas y cereales, Sofía y Toby decidieron ir hacia la sección de pan. Allí conocieron a la señora Marta, que vendía pan fresco.

- ¡Hola, pequeño! - dijo la señora Marta. - ¿Qué haces aquí tan solito?

- No estoy solito, estoy con Sofía. Y estamos ayudando a hacer las compras - respondió Toby.

- Oh, qué buenos amigos son - sonrió la señora Marta. - Además, puedo anotar esto como un acto de bondad.

Toby y Sofía rieron, pero pronto se dieron cuenta de que ya era hora de regresar a buscar a la señora Clara.

Entonces, decidieron que iban a ir a la caja. Pero justo en ese momento, escucharon un leve llanto. Era un gatito atrapado en una esquina del supermercado.

- ¡Pobrecito! - dijo Sofía, preocupada. - Debemos ayudarlo, Toby.

- ¡Vamos! - ladró Toby, y sin pensar corrió hacia el gatito. La señora Marta las siguió.

Cuando llegaron, vieron que el gatito estaba asustado y no podía salir.

- No te preocupes, estoy aquí para ayudarte - le dijo Toby, mientras olfateaba al pequeño felino.

Sofía se arrodilló y dijo, - ¡Ven, pequeño! No vas a estar solo.

Juntas, lograron calmar al gatito y finalmente lo sacaron de su esquina.

- Gracias, gracias - decía el gatito, mientras temblaba. - No sabía cómo salir.

- De nada, pequeños amigos - sonrió la señora Marta. - ¡Qué gran equipo son!

Toby y Sofía estaban felices por haber salvado al gatito.

Finalmente, se despidieron de todos y encontraron a la señora Clara, que los estaba buscando en el pasillo de los jugos.

- ¡Toby! ¿Dónde estabas? - preguntó Clara, al ver al perrito.

- Haciendo nuevos amigos y ayudando a la gente - ladró Toby, mientras movía la cola.

- ¡Eso suena increíble! - dijo Clara, tomando la mano de Sofía.

Mientras tantas aventuras habían tenido, Sofía le regaló a Toby un pequeño hueso de juguete que había elegido en el supermercado como agradecimiento por su ayuda.

- Gracias, Toby - sonrió Sofía. - Eres el mejor perrito del mundo.

Y así, con el corazón lleno de alegría y nuevos amigos, Toby volvió a casa con la señora Clara, prometiendo que volvería al supermercado para vivir más aventuras.

Desde aquel día, Toby se convirtió en el perrito más querido del barrio, y siempre estaba listo para ayudar a sus amigos, lo que lo hacía sentir muy orgulloso.

FIN.

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