El Perrito de la Panadería



Era una soleada mañana de primavera cuando Sofía decidió ir a comprar pan a la panadería de su barrio. Sofía era una niña curiosa y siempre estaba en busca de nuevas aventuras. Pero ese día, algo diferente iba a suceder. Al llegar a la panadería, Sofía escuchó un suave lloriqueo que provenía de un rincón oscuro.

- ¿Qué será eso? - se preguntó Sofía, mirando a su alrededor.

Con pasos cautelosos, se acercó y, para su sorpresa, encontró a un pequeño perrito negro, temblando de frío y con unos ojos enormes que la miraban con tristeza.

- ¡Oh, pobrecito! - exclamó Sofía, arrodillándose a su lado. - ¿Dónde están tu mamá y tu papá?

El perrito, al ver que Sofía se acercaba, movió su cola y dejó de llorar. Sofía sintió una conexión instantánea. Sin pensar, lo envolvió con su abrigo.

- Te llevaré a casa - le prometió.

En ese momento, la panadera, una señora amable llamada doña Clara, se acercó a ver qué sucedía.

- Sofía, querida, ¿qué pasó? - preguntó doña Clara, notando al perrito en los brazos de la niña.

- Lo encontré aquí, abandonado. ¿Puedo quedármelo? - Sofía miraba a doña Clara con ojos esperanzados.

- Hay muchas cosas que considerar - respondió doña Clara con una sonrisa. - Tener una mascota es una gran responsabilidad, pero podrías llevarlo a casa y cuidar de él hasta que encontremos a sus dueños.

Sofía asintió con entusiasmo. Tan pronto como llegó a casa, le explicó a su mamá lo que había encontrado.

- Mamá, ¡mirá lo que encontré! - gritó Sofía, mostrando el perrito.

- Sofía, cariño, debemos asegurarnos de que esté sano y bien alimentado - dijo su madre mientras acariciaba al pequeño perro. - Pero primero, seguro que tiene dueños. Tendremos que buscar por el barrio.

La niña, aunque algo decepcionada, comprendió que deberían intentar encontrar a la familia del perrito. Así que hizo carteles con una foto del perrito y su número de teléfono, y los pegó por todo el vecindario.

Días pasaron y, aunque mucha gente se acercó a preguntar, nadie parecía ser el dueño. Cada día, Sofía se encariñaba más y más con el perrito, a quien decidió llamar Negro.

- Eres tan divertido, Negro - le decía Sofía mientras jugaban en el jardín.

Un día, mientras paseaban por el parque, Sofía y Negro se encontraron con un niño, Tomás, que estaba triste.

- ¿Por qué estás tan triste? - le preguntó Sofía.

- Perdí a mi perrito, se me escapó en el parque - respondió Tomás, con lágrimas en los ojos.

Al escuchar esto, Sofía se sintió incómoda. Negro se dio cuenta también y se acercó a Tomás, moviendo su cola.

- ¿Cómo es tu perrito? - Sofía le preguntó a Tomás.

- Es negro, tiene un collar azul, y se llama Max - dijo Tomás, y de repente, su rostro se iluminó. - ¡Es justo como Negro!

Sofía miró a Negro y luego a Tomás, sintiendo que su corazón se partía un poco.

- Creo... creo que Negro puede ser Max - murmuró.

Tomás se agachó para acariciar a Negro.

- ¡Sí! ¡Ese es Max! - gritó, saltando de alegría.

- Bueno, Max, parece que encontraste tu hogar - dijo Sofía, intentando sonreír mientras el perrito movía la cola aún más rápido.

Tomás, que no podía contener su felicidad, abrazó a Sofía.

- Gracias, Sofía, por cuidar de él. Me encantaría que jugaras con nosotros.

Sofía, aunque se sentía un poco triste, sonrió.

- Claro, siempre querré a Max. ¡Y me encantaría jugar con ustedes!

Desde ese día, Sofía y Tomás se hicieron grandes amigos. Aprendieron la importancia de cuidar a los animales y cómo un acto de bondad puede llevar a nuevas amistades. Sofía siempre recordará su tiempo con Negro, el perrito negro que un día encontró abandonado, y cómo decidió hacer lo correcto, incluso si eso significaba dejarlo ir.

Y así, Sofía y Tomás, juntos, crearon un club de amantes de los animales, donde ayudarían a más mascotas perdidas y fomentarían el cuidado de los animales en su comunidad. A veces, las mejores aventuras comienzan cuando una niña decide ayudar a un pequeño perrito, convirtiéndola en una gran heroína para todos los animales de su barrio.

FIN.

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