El Perrito Diminuto y la Panadería Mágica



Era un hermoso día en el barrio de Las Nubes, y en la calle Florida había una panadería muy especial llamada 'La Dulce Vida'. Cada mañana, el aroma de panes recién horneados y pasteles de colores envolvía a todos los que pasaban por delante. Pero lo que hacía a esta panadería aún más única era su guardián, un pequeño perro llamado Galletita.

Galletita era un perrito diminuto, de pelaje dorado y grandes ojos brillantes. Era conocido por todos los vecinos, no solo por su ternura, sino también porque siempre llevaba un pequeño cartel alrededor de su cuello que decía: "Cuidado, perro en la panadería". Aunque el letrero parecía advertir, en realidad invitaba a todos a acercarse y darle una caricia.

Un día, mientras Galletita estaba echado frente a la panadería, una niña llamada Lila pasó por allí. Era una niña con una gran curiosidad y un corazón lleno de sueños.

"Hola, perrito. ¿Cómo te llamás?" - preguntó Lila, inclinándose para acariciar la suave cabeza de Galletita.

"¡Me llamo Galletita!" - ladró el perrito, para sorpresa de Lila. Nunca había hablado con un perro, y eso la emocionó.

"¡Qué genial!" - exclamó Lila. "Siempre he soñado con tener un amigo como vos."

Galletita movió su cola con alegría y le dijo:

"Podés ser mi amiga, pero hay algo que necesitás saber: debo cuidar la panadería y su magia."

"¿Mágia?" - preguntó Lila, con los ojos muy abiertos.

"Sí, la panadería tiene un secreto. Cada vez que un niño entra y comparte su sonrisa, salen los mejores pasteles del mundo." - explicó Galletita.

Intrigada, Lila decidió ayudar a Galletita. Esa misma tarde, comenzó a invitar a todos los niños de la calle a visitar 'La Dulce Vida'. Cada vez que un niño entraba y sonreía, la panadera, la Sra. Aurora, hacía magia en la cocina y creaba pasteles aún más deliciosos.

En una de las ocasiones, un niño nuevo se unió a ellos. Su nombre era Nicolás y parecía triste. Lila se acercó y le dijo:

"Hola, soy Lila. ¿Te gustaría entrar a la panadería y probar algunos pasteles?"

"No lo sé... no tengo muchas ganas de sonreír hoy" - respondió Nicolás, mirando hacia el suelo.

Galletita, con su espíritu optimista, ladró suavemente:

"¡Pero Nicolás! Cualquier sonrisa, por pequeña que sea, puede traer magia. Ven, yo te muestro."

Nicolás dudó un momento, pero siguió a Lila y Galletita dentro de la panadería. Allí, la Sra. Aurora les mostró un enorme pastel cubierto de crema y fresas. Sin poder resistirlo, Nicolás sonrió de felicidad.

"¡Mirá! Ya te estás sonriendo, eso es mágico" - dijo Galletita.

Poco a poco, Nicolás comenzó a descubrir que compartir momentos con los otros niños y el perrito le alegraban el corazón. Con cada risa y cada pastel, su tristeza se desvanecía. Un día, decidió invitar a Galletita a su casa para que conociera su jardín.

Al llegar al jardín, Galletita se dio cuenta de que había un árbol enorme y muchas flores de colores.

"¡Es tan hermoso!" - ladró con emoción.

Nicolás sonrió y le dijo:

"Te lo debo a vos y a Lila. Ustedes me enseñaron a sonreír de nuevo.

Desde aquel día, Galletita no solo fue el cuidador de la panadería, sino también el mejor amigo de Lila y Nicolás. Juntos, aprendieron que las risas, la amistad y, sobre todo, compartir, hacían que cada día fuera una nueva aventura hecha de magia.

Y así, cada tarde, los tres pasaban por 'La Dulce Vida', riendo y compartiendo con todos los niños. Galletita seguía cuidando la panadería, pero ya no solo lo hacía por la magia de los pasteles, sino porque había encontrado amigos que iluminaban su mundo.

Así, el perrito diminuto, la niña curiosa y el niño sonriente transformaron la rutina del barrio, haciendo que cada día en Las Nubes fuera un pedacito de cielo.

La panadería no solo se volvió famosa por sus delicias, sino también por la felicidad que regalaba a todos los que se acercaban. Y el pequeño Galletita, con su suéter amarillo y su cartel de "Cuidado, perro en la panadería", siguió siendo el mejor guardián de todos, porque entendió que cuidar es también amar, reír y compartir.

FIN.

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