El Perrito Goloso



Había una vez un perrito muy goloso llamado Pipo. Pipo vivía en una casa colorida con su amiguita, una pequeña niña llamada Lila. Cada día, Pipo trataba de encontrar cosas ricas para comer.

Un lunes por la mañana, Lila le dio a Pipo un plato lleno de croquetas. Pipo estaba muy feliz.

"¡Mmm, qué ricas!" -pensó. Y se comió una croqueta.

Pero Pipo no se conformó. Decidió salir al jardín para buscar más snacks. Ahí encontró dos jugosos tomates.

"¡Los tomates son una delicia!" -dijo Pipo mientras se los comía.

A la tarde, Pipo encontró tres galletitas en la mesa del patio.

"¡Qué rico!" -gritó él, y se comió las tres galletitas de un solo bocado.

Ya era de noche y Pipo seguía con hambre. Entonces, vio algo brillante en la cocina. ¡Eran cuatro trozos de queso!"¡Qué maravilla!" -exclamó Pipo. Se comió los cuatro trozos de queso y estaba muy satisfecho.

Pero aún no había terminado. Cuando miró por la ventana, vio un árbol lleno de frutas. El sombrero de Lila estaba cerca y en él había cinco manzanas.

"¡Las manzanas son muy ricas!" -pensó Pipo otra vez, y corrió a recogerlas.

Se comió las cinco manzanas, una tras otra. El estómago de Pipo comenzó a llenarse demasiado. Aun así, mientras paseaba, vio una bolsa con seis salchichas.

"¡Oh, las salchichas!" -dijo Pipo emocionado. Se las comió sin pensar.

Pero, ahora Pipo estaba muy lleno, pero él quería comer más. Así que fue al mercado y encontró siete deliciosos helados de todos los sabores.

"¡Esto es un festín!" -gritó Pipo y se los comió rápidamente.

"¡Oh no!" -se lamentó, mientras su pancita comenzaba a dolerle.

Pipo se dio cuenta de que había comido demasiado y que su pancita no estaba bien. Lila lo vio y se preocupó.

"¿Pipo, estás bien?" -preguntó Lila con un tono tierno.

"¡No! Estoy muy lleno y me duele la panza" -respondió Pipo, triste.

Lila acarició a Pipo y le dijo:

"Pipo, comer está bien, pero siempre debemos comer con moderación. La comida es rica, pero no hay que abusar de ella."

A partir de ese día, Pipo aprendió que es mejor disfrutar de la comida en pequeñas porciones y no comer en exceso. Aprendió a contar y a disfrutar su comida sin lastimarse.

Y así, Pipo se volvió un perrito feliz y saludable. Siempre recordaba contar sus golosinas antes de comérselas.

La moraleja de esta historia es: "Es mejor disfrutar de las cosas en pequeñas porciones y siempre contar lo que tenemos."

Pipo nunca volvió a tener un dolor de pancita y siempre pasaba días felices con Lila.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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