El perrito perseverante


Había una vez un hermoso parque en el que todos los perros del vecindario solían jugar y divertirse juntos. En ese parque vivía un perrito llamado Dogo, un Doberman muy inteligente y valiente.

Dogo era conocido por su gran energía y ganas de explorar cada rincón del parque. Siempre estaba dispuesto a hacer nuevos amigos y disfrutar de las actividades al aire libre.

Sin embargo, había algo que lo preocupaba: Dogo sentía que no era tan rápido como los otros perros para atrapar la pelota durante los juegos. Un día soleado, mientras jugaban en el parque, Dogo observó cómo sus amigos corrían velozmente detrás de la pelota.

Él intentaba seguirles el ritmo, pero siempre llegaba tarde y nunca conseguía atraparla. "¡Ay! Qué frustrante es ser tan lento", pensó Dogo con tristeza. De repente, escuchó una voz amigable que le dijo:"Hola, Dogo.

¿Necesitas ayuda?"Era Lucas, un viejo sabio del parque que siempre tenía palabras de aliento para todos los animales. "Sí", respondió Dogo con timidez. "Siempre llego tarde a atrapar la pelota". Lucas sonrió comprensivamente y le dijo:"Dogo, cada uno tiene sus propias habilidades especiales. No hay necesidad de compararse con los demás".

Dogo levantó las orejas intrigado y preguntó:"¿Qué quieres decir?"Lucas se acercó a él y le explicó:"Tú eres fuerte y ágil en otras cosas. Puedes saltar muy alto y correr durante mucho tiempo sin cansarte.

Eso es algo que muchos otros perros no pueden hacer". Dogo se sintió un poco mejor al escuchar eso, pero aún quería mejorar su habilidad para atrapar la pelota. "Puedo enseñarte un truco", dijo Lucas con una sonrisa.

"Se llama "esperar el momento adecuado"".

Intrigado, Dogo le preguntó:"¿Cómo funciona?"Lucas le explicó pacientemente:"Cuando veas que la pelota está a punto de caer al suelo, en lugar de correr detrás de ella como todos los demás perros, simplemente espera y calcula el momento perfecto para saltar y atraparla en el aire". Dogo asintió emocionado y decidió probarlo. Siguiendo los consejos de Lucas, esperó pacientemente mientras sus amigos corrían tras la pelota.

Finalmente, llegó ese momento mágico en el que Dogo vio la pelota caer lentamente hacia él. Sin dudarlo, saltó tan alto como pudo y ¡zas! Atrapó la pelota justo antes de que tocara el suelo. Todos los demás perros quedaron sorprendidos y aplaudieron emocionados por su increíble hazaña.

Desde ese día en adelante, Dogo practicaba constantemente su nuevo truco. Se dio cuenta de que no importaba si era más lento o más rápido; lo importante era aprovechar sus propias habilidades al máximo.

Con el tiempo, Dogo se convirtió en uno de los mejores jugadores del parque. Los demás perros admiraban su destreza para atrapar la pelota y él se sentía muy orgulloso de sí mismo. La historia de Dogo nos enseña que todos somos especiales a nuestra manera.

No debemos compararnos con los demás, sino aprender a valorar nuestras propias habilidades y esforzarnos por mejorar en lo que realmente nos gusta y nos hace felices.

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