El Perrito Pible y la Gata Pelusa



En un tranquilo vecindario, donde las flores siempre estaban en plena floración y el sol iluminaba las calles de ladrillo, vivía un perrito llamado Pible. Pible era un perro curioso, siempre moviendo su cola y ansioso por hacer nuevos amigos. Un día, mientras exploraba el parque, conoció a una gata llamada Pelusa.

"¡Hola! Soy Pible, el perrito más divertido de la cuadra. ¿Quieres jugar conmigo?" dijo Pible moviendo su cola con alegría.

"Hola, Pible. Yo soy Pelusa. No sé si soy buena para jugar, pero me encantaría conocerte" respondió Pelusa parpadeando lentamente.

Desde ese momento, nacieron una hermosa amistad y comenzaron a pasarse la tarde jugando a perseguirse, saltando por encima de los arbustos y explorando rincones del parque. Pible siempre invitaba a Pelusa a unirse a su loca carrera tras las mariposas.

Un día, mientras jugaban al escondite, Pible escuchó un llanto suave que venía de un arbusto. Curioso, se acercó.

"¿Qué te pasa?" preguntó Pible moviendo la cola.

Del arbusto salió un pequeño conejito que parecía asustado.

"¡Ayuda! No puedo encontrar a mi mamá. Me he perdido" dijo el conejito con lágrimas en sus ojos.

"No te preocupes. ¡Juntos te ayudaremos a encontrarla!" exclamó Pible.

"¿Pero cómo? No sé por dónde buscar" dijo el conejito sufriendo.

"Podemos preguntar a otros animales del parque. Si todos nos unimos, seguro que la encontramos" sugirió Pelusa, que estaba pensando.

Así que los tres se pusieron en marcha. Primero preguntaron a un loro que estaba posado en una rama.

"¿Has visto a la mamá del conejito?" preguntó Pelusa.

"La vi cerca del estanque. Ella está muy preocupada por su pequeño" respondió el loro.

"¡Vamos al estanque!" dijo Pible emocionado.

Cuando llegaron al estanque, allí estaba la mamá coneja, buscando sin parar. El conejito la reconoció enseguida.

"¡Mamá!" gritó feliz y corrió hacia ella.

La mamá coneja abrazó a su pequeño con ternura.

"¡Gracias por ayudar a mi conejito! No sé qué hubiera hecho sin ustedes" dijo la mamá con los ojos llenos de lágrimas de felicidad.

"Fue un placer, a nosotros también nos gusta ayudar. ¿Quieres jugar un rato con nosotros?" preguntó Pible.

"Hoy no puedo, debo llevar a mi conejito a casa. Pero los invito un día a visitarnos, y así jugamos juntos" respondió la mamá coneja.

Ambos dijeron que sí, y mientras el conejito se alejaba en compañía de su madre, Pible y Pelusa se sintieron bien por haber hecho un buen acto.

Sin embargo, al día siguiente, Pelusa se encontró extraña. Sintiéndose más tranquila, dijo:"Me gustaría poder hacer más amigos, quizás también en un rincón más lejano."

Los amigos decidieron hacer un picnic un sábado soleado, y llevar algunas cosas ricas para compartir. Juntos prepararon una canasta llena de galletitas, frutas y hasta un juguete nuevo para que todos jueguen.

"Si invitamos a otros animales, ellos también pueden traer algo y podríamos conocer a más criaturas" sugirió Pible, lleno de emoción.

Así comenzó la gran invitación: Pible y Pelusa fueron de casa en casa, entregando pequeñas tarjetas hechas a mano en las que decían: "¡Un picnic en el parque! ¡Todos están invitados!".

El día del picnic fue mágico. Desde los pájaros que venían a compartir trigo, hasta las ardillas que trajeron nueces, el parque se transformó en una fiesta.

"¡Miren cuántos amigos hemos hecho!" gritó Pible.

"Es maravilloso poder compartir, jugar y conocer a tantos amigos nuevos. Todos somos diferentes, y eso es lo que hace todo tan especial" reflexionó Pelusa, mientras repartía las galletas.

Al concluir el día, Pible y Pelusa miraron al cielo, donde el sol comenzaba a ocultarse, dejando a su paso colores anaranjados y rosas.

"Hoy fue un día increíble. Estoy tan feliz de haberme hecho amigo tuyo" dijo Pible con un suspiro de satisfacción.

"Yo también, Pible. La amistad es el mejor regalo que podemos tener. Siempre recordaré este día" respondió Pelusa con una sonrisa.

Desde ese momento, compartieron no solo esos momentos alegres, sino también otros juntos, resolviendo problemas, ayudando a más amigos y mostrando que, unidos, todo es más fácil y divertido.

Y así, el perrito Pible y la gata Pelusa se convirtieron en los mejores amigos del parque, siempre listos para una nueva aventura, porque ellos habían aprendido que, aunque eran diferentes, juntos podían lograr cosas maravillosas.

Fin.

FIN.

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