El perro aventurero



Había una vez un perro llamado Draco, un perrito muy juguetón y curioso. Draco era de color marrón con grandes orejas que siempre se movían al ritmo de su cola.

Un hermoso día, mientras jugaba en el patio trasero de su casa, vio a un gato travieso que pasaba por ahí. El gato se llamaba Félix y le encantaba jugar a las escondidas. Sin pensarlo dos veces, Draco comenzó a correr detrás de él.

Félix era muy rápido y logró escapar del alcance de Draco. El pobre perrito se quedó desorientado y asustado porque no recordaba cómo volver a casa. Miró a su alrededor y todo parecía diferente.

No sabía qué hacer ni a dónde ir. Draco decidió entonces confiar en sus increíbles habilidades olfativas. Comenzó a olfatear el aire intentando encontrar algún rastro familiar que lo llevara de regreso a casa. Siguiendo los diferentes olores, llegó hasta una calle desconocida.

Allí encontró una señora amable que estaba sacando la basura. Ella notó la carita triste de Draco y supo que algo andaba mal.

Se agachó para acariciarle la cabeza y le dijo: "¿Te has perdido, pequeño amigo? No te preocupes, te ayudaré". La señora llevó a Draco hasta su casa e hizo todo lo posible para encontrar información sobre sus dueños. Afortunadamente, tenía un collar con una chapita donde estaba grabado su nombre y número telefónico.

La señora llamó rápidamente a los dueños de Draco para contarles que lo había encontrado. Los dueños, una familia muy cariñosa, estaban muy preocupados y tristes por la desaparición de su querido perro.

Cuando llegaron a casa de la señora y vieron a Draco allí, sus ojos se llenaron de lágrimas de alegría. "¡Draco! ¡Regresaste!", exclamó la niña más pequeña mientras abrazaba fuertemente a su animal amigo. Draco estaba muy contento de haber vuelto a casa.

Sus dueños le dieron muchos mimos y caricias para demostrarle cuánto lo habían extrañado. A partir de ese día, Draco aprendió una valiosa lección: no debe seguir a extraños y siempre debe recordar cómo volver a casa.

La familia decidió ponerle un collar especial con un GPS para que, en caso de que volviera a perderse, pudieran encontrarlo rápidamente.

Además, todos los días practicaban con él el camino desde su casa hasta el parque cercano para asegurarse de que nunca olvidara el camino de regreso. Desde aquel día, Draco se convirtió en un perro más responsable y cuidadoso. Aprendió que aventurarse está bien siempre y cuando no pierda el rumbo hacia su hogar.

Y así vivió feliz junto a su familia, disfrutando cada momento juntos y siendo consciente del valor del amor y la seguridad que encontraba en su hogar.

FIN.

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