El Perro Bailarín y Simpático



En un pequeño pueblo llamado Alegría, vivía un perro llamado Rocco. Rocco no era un perro común y corriente; tenía un don especial: ¡sabía bailar! Cada vez que escuchaba música, movía sus patitas de una forma tan divertida que todos los niños del pueblo corrían a verlo.

Un día soleado, mientras Rocco practicaba sus pasos frente al espejo, su dueña Clara, una niña de diez años, lo observaba con una gran sonrisa.

"¡Rocco, sos el mejor bailarín del mundo!" -exclamó Clara, aplaudiendo con entusiasmo.

Rocco hizo un giro en el aire y ladró alegremente, como si comprendiera cada palabra que Clara decía. Pero, de repente, vio un cartel pegado en un árbol: "¡Gran Concurso de Talentos de Alegría!". Rocco sintió una emoción que nunca antes había experimentado.

"Clara, ¡tenemos que participar!" -le ladró Rocco, saltando alegremente.

Clara se rió y pensó que sería una gran idea. Pero había un pequeño problema: Rocco tenía miedo de los grandes escenarios.

"Pero, Rocco, es solo un concurso. La gente solo quiere ver lo increíble que sos" -le dijo Clara, intentando animarlo.

Así que juntos, decidieron que practicarían todos los días. Ensayaron pasos y trucos divertidos en el jardín. Sin embargo, cuando llegó el día del concurso, Rocco dudó.

"No sé si puedo, Clara. ¿Y si me equivoco?" -dijo Rocco, moviendo sus patitas nerviosamente.

"Pero, Rocco, todos estamos aquí para divertirnos. Si te caés, simplemente te levantás y seguís bailando. De eso se trata ser un verdadero bailarín" -respondió Clara con una sonrisa.

Rocco respiró hondo y subió al escenario. Al ver a toda la gente reunida, su corazón latía rápido. Entonces, Clara le tomó una patita y le dijo:

"¿Estás listo? Vamos a hacerlos sonreír juntos."

La música comenzó a sonar, y Rocco, aunque temeroso, empezó a moverse. Al principio, sus pasos eran un poco torpes, pero a medida que se sumergía en el ritmo, comenzó a recordar todas las prácticas que había hecho con Clara.

"¡Eso es, Rocco!" -gritó Clara desde las primeras filas.

Rocco sintió más confianza, dio giros y saltos, y la gente empezó a aplaudir. Hasta algunos niños se levantaron para unirse al baile. Justo cuando creía que todo iba bien, un gato atrevido saltó al escenario, interrumpiendo su actuación.

"¡Miau! ¡Quiero bailar también!" -dijo el gato, sorprendiendo a Rocco.

"¡Pero esto es un concurso de perros!" -protestó Rocco.

"Eso no importa. Todos podemos bailar, ¡unámonos!" -respondió el gato con una sonrisa.

Rocco se rascó la cabeza, dudando, pero Clara lo animó de nuevo:

"¡Vamos, Rocco! ¡Dejemos que todos sean parte de esta fiesta!"

Rocco sonrió, viendo al gato moverse con gracia. Así que decidió seguir el consejo de su amiga y, juntos, comenzaron a bailar, haciendo que el público estallara en risas y aplausos.

Al final, cuando la música se detuvo, Rocco y el gato se inclinaron juntos ante el público. Aunque no ganaron el primer lugar, llenaron de alegría y risas el evento.

Al margen del escenario, Clara abrazó a Rocco.

"Te dije que eras el mejor, y no importa el resultado, ¡hoy alegraste el día de todos!"

"¡Y aprendí que bailar es más divertido cuando lo hacemos juntos!" -replicó Rocco, moviendo la cola mientras miraba al gato y a los nuevos amigos que habían hecho.

Desde ese día, Rocco y Clara no solo actuaron en concursos, sino que organizaron bailes en el parque, invitando a todos los animales del pueblo. Rocco había superado su miedo y, además, había aprendido lo más importante: la verdadera alegría se encuentra al compartir momentos con los demás, sin importar la competencia.

Y así, el perro bailarín y simpático se convirtió en el amigo más querido de todos, recordándoles a todos en el pueblo que siempre hay espacio para la diversión y la amistad.

FIN.

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