El Perro de Invierno
Era un frío día de invierno en Buenos Aires y la familia González se preparaba para disfrutar de un delicioso chocolate caliente en su hogar. Mientras la mamá, Ana, preparaba la merienda, los niños, Mateo y Sofía, jugaban en la sala. Afuera, el viento soplaba y la nieve empezaba a caer.
- ¡Mirá, Sofía, los copos de nieve! - exclamó Mateo con entusiasmo.
Sofía asintió, emocionada, y ambos se acercaron a la ventana. De repente, un ladrido débil rompió el silencio invernal.
- ¿Escuchaste eso? - preguntó Sofía, curioseando.
- Debe ser un perro - respondió Mateo.
La curiosidad los llevó a abrir la puerta y salir al frío. Con sus abrigos y bufandas, recorrieron la vereda, donde encontraron a un pequeño perrito marrón y blanco, temblando de frío y asustado.
- ¡Pobrecito! - dijo Sofía. - ¿Qué hace solo aquí? -
Mateo se agachó y extendió la mano hacia el perrito. - No le hagas miedo. Ven aquí, amiguito. - El perro, cauteloso al principio, se acercó lentamente.
- Creo que está perdido - dijo Sofía, acariciándolo suavemente. - ¿Qué hacemos? -
Ana, que los había seguido desde la casa, se acercó. - Vamos a llevarlo adentro antes de que se enferme de tanto frío. -
La familia llevó al perrito a su hogar. Dentro, con una mantita caliente y una comida deliciosa, el perrito empezó a relajarse.
- ¡Es un buen chico! - dijo Mateo mientras el perro comía vorazmente. - ¿Cómo lo llamaremos? -
- ¡Yo sé! - exclamó Sofía. - ¿Qué tal —"Nieve" ? Porque hoy está nevando. -
Todos estuvieron de acuerdo y el perrito, ya con un nombre, parecía más feliz. Después de comer, jugaron un rato en la sala. Nieve corría de un lado a otro, saltando y jugando con los juguetes.
Pasaron las horas y llegó la noche. La familia decidió poner un aviso en las redes sociales, esperando que el dueño de Nieve apareciera.
- Ojalá lo encuentre su dueño - suspiró Sofía, mientras acariciaba al perrito.
- Sí, pero si no aparece, podemos quedarnos con él, ¿no? - preguntó Mateo emocionado.
Ana sonrió, pero también se preocupó. - Debemos hacer lo correcto, así que esperemos. -
Al día siguiente, la familia continuó su búsqueda del dueño. Hicieron carteles y fueron a la veterinaria. Pero los días pasaron y nadie vino a buscarlo.
Un día, Mateo y Sofía estaban jugando en el parque con Nieve. Mientras corrían y se reían, una señora se acercó a ellos.
- Perdón, chicos, pero me parece que ese perrito es mío. - dijo la mujer angustiada.
- Pero, ¿cómo? - preguntaron milagrosamente.
- Se escapó hace unos días mientras paseábamos. - la señora explicó. - Yo lo adoro. -
Mateo y Sofía intercambiaron miradas tristes pero también de comprensión. Sabían que Nieve debía volver con su dueña.
- Déjanos despedirnos de él - pediría Sofía, con lágrimas en los ojos. -
La señora les explicó que podría visitarlos y que Nieve también iría a conocerlos. Así que después de una emotiva despedida, Nieve volvió con su dueña.
Pasó una semana y la señora cumplió su promesa.
- ¡Sorpresa! - gritó la señora cuando llegó. - Nieve quiere visitarlos. -
El perro saltó de alegría cuando vio a Mateo y Sofía, llenos de abrazos. La señora se quedó un rato conversando, viendo lo bien que se llevaban y les prometió que Nieve podría visitar cada vez que quisieran.
Desde ese día, de invierno en invierno, los González y Nieve se volvieron amigos inseparables, compartiendo aventuras y momentos felices juntos.
Y aunque a veces el invierno traiga el frío, siempre hay espacio para el calor de la amistad, la solidaridad y los buenos corazones. Y sobre todo, aprendieron que ayudar a los demás, sea un perro o una persona, es lo más importante en la vida.
Y así, Nieve vivió entre dos casas llenas de amor, donde siempre había un plato de comida y un cariño esperando por él.
Fin.
FIN.