El Perro Grande y la Fiesta del Pueblo
Había una vez un perro muy grande con pelaje café que habitaba en un pequeño pueblo llamado Valle Sereno. Su nombre era Bruno y, a diferencia de su tamaño, era una criatura llena de dulzura. Al verlo, no sentías miedo, sino tranquilidad; todos los niños del pueblo disfrutaban de jugar con él al atardecer.
Cada tarde, cuando el sol ya comenzaba a bajar, Bruno caminaba por las calles principales del pueblo. Todos lo saludaban y él movía su cola con alegría.
Un día, mientras Bruno paseaba por la plaza, escuchó una conversación entre dos pequeños, Lila y Manuel.
"Ojalá pudiéramos hacer una fiesta para celebrar el fin de las vacaciones", dijo Lila con entusiasmo.
"Sí, pero no tenemos suficientes juegos ni decoraciones", respondió Manuel, algo desanimado.
Bruno, al escuchar esto, decidió que quería ayudar. Tras reflexionar un momento, se le ocurrió una idea.
Con su gran tamaño, Bruno podía ayudar a los niños a recolectar cosas del campo. Así que se acercó a ellos y movió la cola.
"¿Qué te parece, Bruno?", le preguntó Lila.
"¡Woof!", ladró Bruno, saltando como si en su interior estuviera lleno de energía.
Los pequeños se miraron emocionados, y juntos comenzaron a hacer un plan. Bruno llevaría a los niños en su lomo por el campo. Buscarían flores, frutas y hojas para decorar la plaza.
Así, ese mismo día, Bruno se convirtió en el héroe del pueblo.
"¡Vamos todos!", animó Manuel.
"¡Sí! ¡Bruno, eres increíble!", exclamó Lila.
Todos se pusieron en marcha. Bruno galopaba contento, llevando a los niños sobre su lomo. Recolectaron flores hermosas, manzanas y hasta algunas ramitas que usaron para hacer guirnaldas.
Cuando regresaron a la plaza, los adultos también se unieron a la causa.
"¡Qué gran idea tuvieron!", dijo la señora Rosa, mientras ayudaba a preparar un gran banquete.
"Los niños son los verdaderos héroes aquí", afirmó el señor Cato con una sonrisa mientras ayudaba a colgar las decoraciones.
Pasaron las horas y llegó la hora de la fiesta. Todo el pueblo estuvo de pie, admirando la Plaza iluminada con luces de colores y llena de flores.
Bruno se sentó en el centro de la plaza, orgulloso de ver a todos tan felices.
"¡Gracias, Bruno!", gritó Lila desde la tarima improvisada.
"¡Nunca podríamos haberlo hecho sin vos!", agregó Manuel mientras bobinaba confeti.
La fiesta fue un gran éxito. Todos bailaron, comieron y jugaron en honor a la amistad y la colaboración. Bruno, por su parte, se convirtió en el invitado de honor y disfrutó de muchas caricias y abrazos de todos los niños del pueblo.
Esa noche, mientras el sol se ocultaba detrás de las montañas, Bruno se dio cuenta de que, aunque era un perro grande, su mayor grandeza residía en su corazón generoso, dispuesto a ayudar y hacer sonreír a los demás.
Desde ese día, Bruno no solo fue conocido como el perro del pueblo, sino también como Bruno el Generoso, el que enseñó a todos sobre la importancia de la amistad y el trabajo en equipo. Y así, cada tarde al bajar el sol, no solo caminaba por las calles, sino que todos los niños lo seguían, recordando que juntos podían lograr cosas maravillosas.
Y así, el pueblo de Valle Sereno vivió muchas más fiestas, todos gracias a un perro gigante con el más tierno de los corazones. ¡Y colorín colorado, este cuento se ha acabado!
FIN.