El Perro Intergaláctico y los Dragones de las Pesadillas
Había una vez en un lejano planeta llamado Dragoterra, habitado por dragones de todos los colores y tamaños, que vivían felices disfrutando del sol y las frutas del bosque. Sin embargo, todas las noches los pobres dragones sufrían terribles pesadillas causadas por un misterioso ser: el Perro Intergaláctico. Este curioso animal viajaba por el universo asustando a las criaturas con sus aullidos aterradores y su extraña forma de moverse. Los dragones, cansados de noches sin dormir, decidieron buscar una solución.
Un día, el sabio Dragón Sabio propuso una solución. Con un mapa estelar en sus garras, les explicó a los demás dragones que el Perro Intergaláctico venía de un lejano planeta llamado Canópolis, donde era el rey absoluto y aterrorizaba a todos con sus travesuras. Sin dudarlo, un valiente grupo de dragones se ofreció para emprender un viaje hacia Canópolis y convencer al temible perro de que dejara de atormentarlos.
Durante su travesía, los dragones debieron sortear peligrosos asteroides, nebulosas de colores brillantes y agujeros de gusano. Finalmente, llegaron a Canópolis, un planeta lleno de perros de todos los tamaños y razas, cada uno más travieso que el anterior. Los dragones se adentraron en el intrincado laberinto de calles y casas, siguiendo las indicaciones del amable perro salchicha que se ofreció a guiarlos.
Al llegar al palacio del Perro Intergaláctico, fueron recibidos por él en persona. Con sus ojos brillantes y su cola enérgica, el perro les preguntó por qué habían viajado hasta allí. Los valientes dragones, con voz temblorosa pero decidida, explicaron cómo sus pesadillas estaban arruinando su paz y felicidad. El Perro Intergaláctico, al escuchar sus palabras, bajó la cabeza avergonzado. Nunca quiso causar tanto miedo, solo quería divertirse al ver las reacciones de las demás criaturas. Los dragones, con compasión, le ofrecieron su amistad y le propusieron una solución.
Juntos, los dragones y el Perro Intergaláctico idearon un plan para divertirse de forma pacífica, sin asustar a nadie. Organizaron juegos, fiestas y carreras por los cielos estrellados, donde todos reían y se divertían por igual. Desde entonces, el Perro Intergaláctico visitaba Dragoterra regularmente para compartir momentos de alegría con sus nuevos amigos, y las pesadillas de los dragones desaparecieron para siempre.
Y así, en un planeta lejano en el universo, dragones y perros aprendieron que la amistad y el entendimiento pueden vencer cualquier miedo, y que la diversión siempre es mejor cuando se comparte con los demás.
FIN.