El perro Jerry y la humildad de mis padrinos



Desde que era chiquito, me encantaba visitar a mis padrinos Salvador y Adelaida. Ellos vivían en una casa humilde, con un gallinero lleno de simpáticas gallinas y una huerta llena de verduras y frutas que ellos mismos cuidaban con mucha dedicación. A pesar de estar jubilados, no dejaban de trabajar nunca, siempre ocupados en sus quehaceres diarios.

Pero lo que más me llamaba la atención era su perro Jerry. Era un perro grande y animal, con ojos chispeantes y un ladrido fuerte. Sin embargo, tenía fama de ser un poco gruñón y no le gustaba mucho la idea de tener visitas. Cada vez que yo iba a visitar a mis padrinos, Jerry se ponía furioso y trataba de morderme. A pesar de mis intentos por acercarme amigablemente, Jerry siempre me mostraba los dientes y gruñía con furia.

A pesar de esto, yo seguía yendo a visitar a mis padrinos, porque me encantaba charlar con ellos y, sobre todo, recibir el rico bizcocho que mi madrina siempre preparaba con tanto cariño. Ellos me contaban historias maravillosas y me enseñaban muchas cosas sobre la naturaleza y la vida en el campo. Pero siempre me preocupaba la actitud de Jerry, que parecía empeñado en arruinar mis visitas.

Un día, decidí hablar con mis padrinos sobre el comportamiento de Jerry. Les dije que me daba mucha pena no poder acercarme a él, y que me preocupaba que no aceptara mi presencia en su casa. Mis padrinos me escucharon con atención y me contaron que Jerry había pasado por muchos problemas antes de llegar a vivir con ellos, y que por eso era desconfiado con los extraños. Me explicaron que la paciencia y la humildad eran las mejores herramientas para ganarse la confianza de Jerry, y me animaron a no rendirme y seguir intentando acercarme a él.

Decidí tomar el consejo de mis padrinos y comencé a acercarme a Jerry con mucha calma y paciencia. Al principio, él seguía gruñendo y mostrándome los dientes, pero poco a poco, fui notando un cambio en su actitud. Mis padrinos me ayudaron a entender los gestos de Jerry y a ganar su confianza con cariño y respeto. Con el tiempo, Jerry empezó a permitir que me acercara a él, e incluso llegamos a ser amigos.

Aprendí una gran lección de humildad y perseverancia gracias a mis padrinos y a Jerry. Descubrí que con paciencia y amor, se pueden superar los mayores obstáculos y crear lazos de amistad impensados. Y aunque Jerry nunca perdió su carácter un poco cascarrabias, aprendimos a respetarnos mutuamente y a disfrutar de las visitas a la casa de mis queridos padrinos.

FIN.

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