El Perro Pequeño y la Amistad Verdadera



Había una vez en una cálida ciudad argentina un refugio de animales donde vivían muchos perritos que esperaban un hogar. Allí, dos perros en particular llamaban la atención: un pequeño perro llamado Lucho, lleno de energía y ternura, y un perro elegante llamado Don Fifi, con un pelaje lujoso y una porte distinguido.

Lucho era un perrito amable, siempre dispuesto a jugar y hacer feliz a cualquiera que se acercara a él. Por otro lado, Don Fifi, con su carácter orgulloso y su andar elegante, esperaba que alguien lo adoptara por su apariencia y sofisticación.

Un día, una niña llamada Clara llegó al refugio con sus padres. Ella estaba emocionada por conocer a los perros.

"¡Mirá, mamá! Ese perro parece tan adorable", exclamó Clara, apuntando a Lucho.

"Pero fijate ese otro perro, Clara. Es tan elegante, es como un príncipe", respondió su padre.

Clara se acercó a Don Fifi, quien con su mejor actitud de galán, intentó impresionarla.

"¿Por qué adoptarías a un perro pequeño cuando puedes tener a alguien tan refinado como yo?", dijo Don Fifi con voz altanera.

Clara lo miró fascinada, pero en su interior, sentía que Lucho le hacía sentir algo especial. Cuando le ofreció una golosina, Lucho saltó y jugueteó al rededor de ella.

"Es cierto que sos muy bonito, Don Fifi, pero Lucho me hace reír y le encanta jugar", murmuró Clara en voz baja. Pero, sintiéndose un poco egoísta, decidió seguir con Don Fifi.

Después de una larga charla con sus padres y el cuidador del refugio, Clara hizo su elección.

"¡Voy a adoptar a Don Fifi!", anunció, con una gran sonrisa.

El día de la adopción, Don Fifi estaba deslumbrante, pero cuando Clara se lo llevó a casa, notó que era un poco distante y no le respondía a sus muestras de cariño.

"Don Fifi, ¡ven aquí!", lo llamó Clara.

"Prefiero quedarme con un espléndido hueso que con un juego de niña", dijo Don Fifi de forma altanera.

Clara, confundida, se dio cuenta de que no estaba disfrutando de la compañía de Don Fifi como había imaginado. Así que decidió volver al refugio.

En el refugio, encontró a Lucho jugando alegremente con otros perros. Al verlo, su corazón se llenó de alegría.

"Lucho, ¡te extrañé!", gritó Clara mientras corría hacia él. Lucho la miró y movió la cola furiosamente.

Don Fifi, que estaba un poco confundido, vio lo feliz que hacía a Clara Lucho.

"¿Por qué tienes esa sonrisa?", preguntó Don Fifi, curioso.

"Porque Lucho es divertido y siempre me hace sentir bien. A veces, lo que importa no es lo que parece, sino lo que somos por dentro", explicó Clara.

Don Fifi, tocado por esas palabras, miro a Lucho, quien estaba rodeado de niños jugando.

"¿Y qué tal si yo también aprendo a divertir?", preguntó Don Fifi, sintiéndose un poco avergonzado por su comportamiento.

"¡Claro! Ser amigo es una gran aventura!", respondió Lucho, emocionado.

Así que Clara, Lucho y Don Fifi comenzaron a jugar juntos. Don Fifi, aunque al principio era un poco torpe, pronto descubrió que correr y jugar no solo era divertido, sino que también lo hacía sentir parte de algo especial.

Clara comprendió que la verdadera belleza de un amigo viene del corazón y no de las apariencias. Al final, decidió adoptar a Lucho, quien se convirtió en su mejor amigo, mientras que Don Fifi, adoptado por otra familia, aprendió a ser más amable y juguetón.

Desde entonces, Clara, Lucho y Don Fifi formaron una gran amistad a la distancia, recordando siempre que lo más importante es el amor y la alegría compartida.

FIN.

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