El perro perdido de Navidad



Había una vez en un barrio de Lima, un niño llamado Mateo. Era Nochebuena y Mateo estaba muy emocionado porque iba a recibir regalos y pasar tiempo con su familia.

Pero había algo que lo tenía preocupado: su perrito Max había desaparecido. Mateo buscó por todas partes, preguntando a sus vecinos y recorriendo las calles del barrio, pero no encontraba rastro alguno de Max. Desesperado, se sentó en una esquina a llorar.

En ese momento, se acercó un mendigo llamado Manuel. Tenía una barba larga y gris, y llevaba ropa vieja y gastada. Al ver la tristeza en los ojos de Mateo, decidió ayudarlo. "¿Qué te pasa, pequeño?", preguntó Manuel con voz amable.

"He perdido a mi perrito Max", respondió Mateo sollozando. Manuel le dio unas palmaditas en el hombro a Mateo y le dijo: "No te preocupes, juntos lo encontraremos". Y así comenzaron su búsqueda por todo el barrio.

Después de mucho buscar sin éxito, llegaron a una tienda de antigüedades. Un cartel en la puerta decía: "Cierre por vacaciones". Pero justo cuando estaban por irse decepcionados, escucharon un ladrido proveniente del interior.

Sin pensarlo dos veces, Mateo empujó la puerta entreabierta y entraron sigilosamente. Se encontraron con una viejita arrugada que estaba rodeada de objetos antiguos. "¡Hola! ¿Han visto un perrito?", preguntó Mateo emocionado. La viejita sonrió y les respondió: "Sí, lo tengo aquí conmigo.

Pero no puedo dártelo sin una buena razón". "Por favor, señora, Max es mi mejor amigo", suplicó Mateo. La viejita miró a Manuel y le dijo: "Si me cuentas una historia que me haga reír, te daré a tu perrito".

Manuel pensó por un momento y luego comenzó a contar la historia más divertida que había escuchado en su vida. La viejita se rió tanto que sus arrugas parecían desaparecer.

"Muy bien, has cumplido tu parte del trato", dijo la viejita mientras sacaba a Max de detrás del mostrador. Mateo abrazó a su querido perrito y le dio las gracias a la viejita y a Manuel por ayudarlo.

Aprendió que nunca debía perder la esperanza y siempre debía estar dispuesto a ayudar a los demás. Desde ese día, Mateo y Max se convirtieron en amigos inseparables. Juntos vivieron aventuras emocionantes y siempre recordaron la importancia de ser amables con los demás, sin importar cómo luzcan o cuánto tengan.

Y así termina nuestra historia de Navidad en Lima, donde un niño encontró su perrito perdido gracias al poder de la amistad y el espíritu navideño.

FIN.

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