El perro que comía naranjas
Había una vez en un rincón mágico del campo argentino, un perro llamado Pancho. Pancho era un perrito callejero muy curioso y travieso que vivía en un pequeño pueblo rodeado de naranjos.
Un día, mientras Pancho paseaba por el pueblo, encontró un cesto lleno de jugosas naranjas. Su estómago empezó a gruñir y, sin pensarlo dos veces, decidió probar una. Para su sorpresa, le encantó el sabor fresco y dulce de la fruta.
Desde ese día, Pancho se convirtió en el único perro del mundo que comía naranjas. La noticia se extendió por el pueblo y todos se maravillaban de la extraña preferencia alimenticia de Pancho.
"¡Miren cómo disfruta Pancho de esas naranjas!" exclamaba la gente al ver al perrito devorando la fruta con gran entusiasmo. Pancho se sentía feliz, pero también un poco diferente al resto de los perros. Un día, llegó al pueblo un circo ambulante que buscaba nuevos talentos.
El dueño del circo se encontró con Pancho y al verlo comer naranjas, quedó impresionado. "¿Puedo llevarte conmigo? Eres asombroso", le propuso el dueño al perrito. Pancho, emocionado por la idea de viajar y conocer nuevos lugares, aceptó la propuesta.
Así, Pancho se convirtió en la estrella del circo, donde deleitaba al público con su increíble habilidad para comer naranjas. El pueblo se llenó de orgullo al ver a su querido perrito triunfar en el circo.
Sin embargo, a pesar de la fama y el éxito, Pancho extrañaba su hogar. Un día, mientras el circo visitaba una ciudad cercana, Pancho escapó y corrió de vuelta a su pueblo. Al llegar, fue recibido con alegría y cariño por todos los habitantes.
A partir de ese día, Pancho dejó de ser la estrella del circo para volver a ser el querido perrito del pueblo, donde continuó disfrutando de sus naranjas y compartiendo su increíble historia con todos los que lo rodeaban.
FIN.