El Perro Salchicha y la Sinfonía de Viena
En una tranquila mañana en Viena, un pequeño perro salchicha llamado Rocco salía de su casa muy emocionado. Era el primer día de clases en el colegio de música donde aprendía a tocar el violín. A Rocco le encantaba hacer música, sobre todo porque soñaba con tocar como el famoso compositor Wolfgang Amadeus Mozart.
Al llegar a la escuela, Rocco se encontró con otros animales que también tenían una gran pasión por la música. Había un gato llamado Cleo que era una talentosa pianista, y un pato llamado Pablo que tocaba la trompeta. Los tres se hicieron amigos rápidamente y comenzaron a compartir sus sueños.
"Quiero componer una sinfonía tan hermosa como las de Mozart", dijo Rocco moviendo su colita.
"Y yo quiero tocar en el gran teatro de la ópera de Viena", añadió Cleo con un brillo en sus ojos.
"Yo solo quiero que todos mis amigos escuchen mi música y se diviertan", chirrió Pablo alegremente.
Días pasaron, y Rocco se dedicaba a practicar cada día. Sin embargo, había algo que le preocupaba: no podía recordar las notas de las canciones que quería tocar. Una tarde, mientras se lamentaba en el parque, se encontró con un anciano que estaba sentado en un banco, tocando una hermosa melodía en su flautín.
"¿Por qué estás tan triste, pequeño?", le preguntó el anciano.
"Quiero tocar como Mozart, pero no puedo recordar las notas", suspiró Rocco.
El anciano sonrió y le dijo: "La música viene del corazón. Si te dedicas a sentirla, las notas llegarán a ti. A veces, lo más importante no es recordar cada nota, sino disfrutar el proceso". Rocco, escuchando sus palabras, sintió esperanza. Decidió practicar no solo las notas, sino también a sentir la música con todos sus sentidos.
Esa misma semana, su profesor anunció un concurso en el colegio. El ganador tendría la oportunidad de tocar en el famoso Teatro de la Ópera de Viena. Rocco y sus amigos sabían que era su gran oportunidad.
"Debemos trabajar todos juntos, animándonos y ayudándonos", propuso Cleo.
"¡Sí!", gritaron al unísono Pablo y Rocco. Así que comenzaron a ensayar juntos, cada uno con su instrumento, y aprendieron a tocar una hermosa canción que habían creado juntos.
El día del concurso llegó. Rocco estaba nervioso, pero recordó lo que el anciano le había dicho. Al subir al escenario, miró a sus amigos y se llenó de valor. Comenzaron a tocar su canción, y la música llenó el teatro, resonando en cada rincón. Rocco sintió como si las notas salieran de su corazón y recorrieran todo su cuerpo. ¡Era mágico!
Cuando terminaron, el público estalló en aplausos. Hasta el jurado, compuesto por nobles animales de la ciudad, quedó maravillado por su actuación.
"¡Bravo!", gritó una tortuga anciana. "Es una música que toca el alma".
Finalmente, el jurado decidió, y el anuncio fue emocionante: Rocco, Cleo y Pablo fueron los ganadores. Con lágrimas de alegría en los ojos, Rocco concluyó que, aunque era importante practicar, lo más hermoso de la música era compartirla con amigos y dejar que viniera desde el corazón.
El joven perro salchicha aprendió que lo que importa no es solo ser el mejor, sino disfrutar de lo que a uno le gusta y hacerlo con aquellos que ama. Desde aquel día, Rocco no solo practicaba todos los días, sino que también organizaba pequeñas presentaciones con sus amigos, llevando la magia de la música a todos los rincones de Viena.
Y así, Rocco el perro salchicha, Cleo la gata pianista, y Pablo el pato trompetista continuaron compartiendo su amor por la música, recordando siempre las palabras del anciano y el brillo del teatro que les había enseñado lo que verdadero disfrute significaba.
FIN.