El perro sin hogar



Había una vez un perro llamado Larry que vivía en un pequeño poblado. Un día, mientras caminaba por la carretera, se encontró abandonado y sin hogar. Larry estaba triste y tenía hambre, pero seguía buscando algo de comida.

Un hermoso día soleado, Larry llegó a una escuela cercana al pueblo. Allí vio a un grupo de niños jugando en el patio. Estaban riendo y divirtiéndose mucho.

El olfato agudo de Larry percibió el delicioso aroma que venía de la cantina escolar. Larry se acercó lentamente a los niños con esperanza en sus ojos y moviendo su cola. Los niños lo vieron acercarse y sintieron lástima por él.

-¡Miren! ¡Es un perrito abandonado! -exclamó Sofía, una niña de cabello rizado. -¡Pobrecito! Debe tener mucha hambre -dijo Lucas, un niño con lentes. Los niños decidieron ayudar a Larry dándole algo de comer.

Corrieron hacia la cantina escolar y regresaron con trozos de pan y pedazos de carne. -Aquí tienes, amiguito -dijo Sofía mientras le ofrecía comida a Larry. El perro devoró rápidamente la comida mientras los niños lo observaban con alegría. -Ahora tenemos que encontrarle un hogar -dijo Lucas pensativo-.

No podemos dejarlo solo aquí otra vez. Los niños comenzaron a preguntarse cómo podrían ayudar a Larry. Decidieron hablar con su maestra para ver si podían llevarlo temporalmente al salón de clases hasta encontrarle una familia amorosa.

La maestra, la señorita Ana, escuchó atentamente a los niños y les explicó que era importante encontrar a alguien responsable que pudiera cuidar de Larry adecuadamente. Prometió ayudarlos en su búsqueda.

Los días pasaron y los niños se encargaron de alimentar y cuidar a Larry mientras buscaban una familia para él. Colocaron carteles por todo el poblado con la foto de Larry y un número de teléfono para contactar si alguien estaba interesado en adoptarlo.

Un día, recibieron una llamada de una señora llamada Marta. Ella había visto uno de los carteles y dijo estar interesada en darle un hogar a Larry. Los niños fueron a visitar a Marta junto con Larry.

Era una casa grande con un jardín amplio donde podría correr y jugar. Marta parecía muy amable y cariñosa. -¿Te gustaría vivir aquí, Larry? -preguntó Sofía acariciando al perro. Larry movió su cola emocionado, como si supiera que había encontrado finalmente un hogar amoroso.

Después de asegurarse de que Larry estaría bien cuidado, los niños se despidieron emocionados pero también un poco tristes por tener que dejarlo ir. Marta prometió enviar fotos y mantenerlos actualizados sobre cómo le iba a Larry.

Los niños estaban contentos porque sabían que habían hecho algo bueno por él. Con el tiempo, Larry se adaptó felizmente a su nuevo hogar.

Tenía mucho espacio para correr y jugar, comida deliciosa todos los días y lo más importante: mucho amor y cariño por parte de Marta. Los niños aprendieron una valiosa lección sobre la importancia de cuidar y ayudar a los animales necesitados. Aprendieron que, aunque no podían salvar a todos los perros abandonados, podían marcar una diferencia en la vida de uno.

Desde aquel día, los niños siempre recordaron a Larry con cariño y continuaron ayudando a otros animales necesitados. Y así, juntos, demostraron que un pequeño acto de bondad puede cambiar la vida de alguien para siempre.

Y colorín colorado, esta historia ha terminado.

FIN.

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