El Perro y el Coyote
En un tranquilo barrio, un perro llamado Rocco disfrutaba su vida cuidando a su familia. Cada mañana, se paseaba por el jardín y saludaba a todos los niños que pasaban. Rocco era feliz, pero siempre soñaba con ser un héroe en grandes aventuras.
Una tarde, mientras jugaba en el parque, se topó con un coyote llamado Ciro. Ciro era audaz, tenía un pelaje dorado y siempre parecía estar en busca de emoción. Rocco observó que Ciro estaba intentando alcanzar una manzana que colgaba de un árbol alto.
"¿No te parece un poco arriesgado?" - le comentó Rocco.
"¿Arriesgado? ¡Es una aventura!" - respondió Ciro entusiasmado.
Rocco se sintió intrigado. Nunca había hecho algo tan audaz como eso.
"Quizás podría ayudar. ¿Cómo lo haríamos?" - preguntó.
"Yo puedo intentar saltar y tú empujas el árbol un poco," - sugirió Ciro.
Ambos se prepararon: Ciro corrió hacia el árbol mientras Rocco se colocaba detrás, listo para empujar. Ciro saltó y con la ayuda de Rocco, logró alcanzar la deliciosa manzana, que cayó al suelo con un golpe sordo.
- ¡Lo logramos! - exclamó Ciro, mientras mordía la manzana.
"Pero, ¿qué haremos con ella?" - preguntó Rocco con curiosidad.
"Compartirla, por supuesto!" - dijo Ciro, y con su gran sonrisa, le ofreció un trozo a Rocco.
Rocco aceptó agradecido, y así, mientras disfrutaban de la manzana, comenzaron a charlar sobre sus sueños. Rocco confesó que siempre había deseado vivir grandes aventuras.
"No necesitas ser un coyote para tener aventuras, Rocco. Solo tienes que atreverte a salir un poco de tu zona de confort," - le aconsejó Ciro.
Las palabras de Ciro tocaron el corazón de Rocco. Decidió que, a partir de aquel día, exploraría más allá del jardín y se atrevería a vivir pequeñas aventuras con sus nuevos amigos.
Desde entonces, Rocco y Ciro se volvieron inseparables. Juntos recorrieron el bosque, jugaban a las escondidas y descubrían nuevos rincones del barrio, guardando siempre un tiempo para compartir y reírse.
Rocco aprendió que ser un héroe no solo era de valientes, sino de aquellos que se atrevían a ser amigos y a vivir cada día con alegría. Y así, el perro y el coyote demostraron que las mejores aventuras son las que se comparten con quienes apreciamos.
FIN.