El Perro y el Hueso



Érase una vez un perrito llamado Rocco que vivía en un pequeño pueblo junto a su dueño, un niño llamado Diego. Rocco era muy travieso y siempre estaba buscando aventuras. Un día, mientras paseaba por el parque, Rocco encontró un hueso enorme y jugoso. Su corazón latió de emoción.

- ¡Mirá lo que encontré, Diego! - ladró Rocco, moviendo su cola con fuerza.

Diego se acercó y sonrió.

- ¡Es un hueso gigante! Debe de ser muy rico, Rocco.

Rocco no podía contener su alegría. Decidió que quería llevar el hueso a casa y conservarlo como su tesoro especial. Sin embargo, en su camino encontró a sus amigos: una perra llamada Luna, un gato llamado Tibo y un loro llamado Pipo.

- ¡Rocco! ¿Qué llevas ahí? - preguntó Luna, curiosa.

- ¡Un hueso enorme! ¡Voy a quedarme con él! - ladró Rocco orgulloso.

- Pero, ¿no deberías compartirlo con nosotros? - dijo Tibo, mientras se acomodaba cerca de Rocco.

Rocco pensó por un momento, pero el deseo de tener el hueso solo para él era más fuerte.

- No, es mío, lo encontré yo. - insistió Rocco con un tono posesivo.

Los amigos se miraron entre sí, decepcionados, pero Rocco siguió su camino, decidido a llegar a casa sin compartir su hallazgo. Mientras avanzaba, comenzó a imaginar cómo sería morder ese hueso, cómo lo escondería y lo protegería.

Al llegar a casa, Rocco acomodó el hueso en su esquina favorita del jardín. Se sentó a su alrededor, pero pronto se sintió un poco solo. Era muy divertido tener un tesoro, pero no había nadie con quien compartir su felicidad.

Al día siguiente, Rocco decidió mostrarle el hueso a sus amigos. Sin embargo, cuando llegó al parque, se sorprendió al ver que todos estaban jugando juntos.

- ¡Rocco! ¡Ven! ¡Estamos jugando a buscar el tesoro! - le gritó Luna.

- Pero chicos, ¡yo tengo mi propio tesoro! - respondió Rocco mientras movía la cola, sintiéndose un poco celoso.

- Sí, pero jugar juntos es aún más divertido - dijo Tibo, animado.

Rocco miró su hueso y luego a sus amigos. En ese momento, un fuerte viento sopló, y el hueso se movió, casi cayendo al barro. Rocco, asustado, corrió hacia él a tiempo, pero se sintió inquieto. ¿Valía la pena tener un hueso grande si no podía jugar con sus amigos?

Finalmente, respiró hondo y decidió hacer algo diferente. Se acercó a sus amigos.

- Bueno, chicos, ¿qué les parece si jugamos a buscar el tesoro juntos? - dijo Rocco, con la voz un poco más suave.

Los amigos se animaron inmediatamente.

- ¡Sí, vamos! - exclamó Pipo, saltando de alegría.

Rocco tuvo una gran idea. - Puedo esconder el hueso y ustedes puede buscarlo. ¡Eso será muy divertido! -

Los amigos aclamaron entusiasmados y Rocco escondió el hueso en su lugar secreto. Después de contar hasta diez, los demás comenzaron a buscar. Rocco los observaba reír y compartir la emoción del juego, y esa alegría le llenaba el corazón.

Cuando al final Luna encontró el hueso, todos celebraron juntos. Rocco se dio cuenta de que compartir su tesoro había sido la mejor decisión.

- ¡Rocco, fue divertidísimo! - dijo Tibo.

- ¡Sí, gracias por compartir! - añadió Luna.

Rocco, sintiéndose feliz y querido, ladró emocionado. - Podemos hacer esto siempre que quieran. ¡El hueso será nuestro tesoro!

Ese día, Rocco aprendió que compartir trae más alegría que guardar las cosas solo para uno. Desde entonces, siempre que encontraba algo especial, invitaba a sus amigos a disfrutarlo juntos. El amor y la amistad eran su verdadero tesoro.

Y así, entre juegos y risas, Rocco y sus amigos vivieron innumerables aventuras, donde cada día era una oportunidad para compartir y disfrutar juntos.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!