El Perro y la Luna
Había una vez un perro llamado Max que vivía en un hermoso barrio rodeado de árboles y flores. A Max le encantaba salir todas las noches al jardín a mirar la luna. La luna era su amiga, siempre brillante y llena de misterios. Una noche, mientras observaba la luna llena colgando en el cielo, Max se dio cuenta de algo especial.
"¡Oh! Esta flor es muy bonita", dijo Max, emocionado.
La flor era grande, de un color púrpura vibrante que destacaba bajo la luz de la luna. Max se acercó a olerla, y su aroma dulce lo llenó de alegría. Mientras disfrutaba de la fragancia, una pequeña mariposa se posó sobre la flor.
"¡Hola, Max!", dijo la mariposa, moviendo sus alas de colores.
"¡Hola, mariposa! ¿Cómo te llamas?", preguntó Max, maravillado.
"Soy Bella, la mariposa de los sueños. Vienes aquí a mirar la luna todas las noches, ¿verdad?", contestó la mariposa.
Max asintió, con la cola moviéndose de emoción.
"Sí, me encanta. La luna es mágica. ¿Tú crees que las flores también son mágicas?", inquirió.
"Por supuesto, Max. Cada flor tiene su propia historia y alegría para compartir", respondió Bella.
Intrigado, Max decidió que quería conocer las historias de todas las flores del jardín.
"¿Me ayudarías, Bella? ¡Quiero saber más sobre ellas!", dijo Max con entusiasmo.
"Claro que sí. Cada noche, podemos descubrir una flor diferente y escuchar su historia", prometió Bella.
Así fue como Max y Bella empezaron su aventura de explorar el jardín. Cada noche, elegían una flor distinta: había una margarita que contaba sobre el nacimiento de los primeros rayos de sol, una rosa que hablaba de su viaje desde muy lejos, y un girasol que había tenido una vida llena de alegría, siempre siguiendo al sol.
Una noche, mientras hablaban con una hermosa flor de loto, Max se dio cuenta de que muchas de las historias eran sobre la importancia de ser uno mismo y abrazar lo que cada uno es. Esto inspiró a Max a ser valiente y a mostrar su alegría a todos los perros del vecindario.
"¡Voy a compartir estas historias!", exclamó Max.
Pero no todo salió como él esperaba. Cuando fue a contar las historias a sus amigos, algunos se rieron de él.
"¡Perro tonto! ¿Cómo vas a hablar con flores y mariposas?", se burló un perro llamado Bruno, que era un poco mandón.
Max se sintió triste. Pensó en dejar de compartir las historias. Entonces, Bella, que lo estaba observando desde una rama, vuelo bajo y le susurró al oído:
"No dejes que los demás te detengan, Max. Tus historias son importantes. Hay otros que seguro querrán escuchar y aprender de ellas. Y lo más importante: ser uno mismo es lo más valioso que puedes ofrecer".
Con esas palabras alentadoras, Max decidió que no se iba a rendir. Comenzó a contar las historias nuevamente, pero esta vez se centró en aquellos que sí querían escuchar. Y, sorprendentemente, se unieron más perros y otros animales del barrio. La historia de la flor de loto se hizo muy popular, y todos querían escuchar las historias de las flores y la luna.
Así, Max no solo aprendió a ser él mismo, sino que también se convirtió en un contador de historias. Con cada relato, invitaba a los demás a ser ellos mismos, sin miedo a las burlas.
Finalmente, una noche clara, mientras la luna llenaba el cielo y el jardín se iluminaba con las risas de sus amigos, Max se sintió feliz.
"¡Gracias, Bella!", gritó.
"¡De nada, Max! Y recuerda, cada vez que veas una flor, hay una nueva historia esperando a ser contada", respondió la mariposa.
Desde entonces, Max y Bella continuaron explorando, descubriendo flores, y Max se convirtió en el perro más querido del barrio, un verdadero amigo de la luna y las flores.
FIN.