El Perro y Su Amigo Pobre



Había una vez un perro llamado Lucas que vivía en un hermoso barrio de Buenos Aires. Lucas era un perro lleno de energía y siempre estaba feliz. Su dueño lo cuidaba muy bien, le daba de comer lo mejor y jugaba con él todos los días. Sin embargo, a pocos metros de su casa, vivía un niño llamado Mateo que no tenía la misma suerte. Mateo era un chico de un barrio humilde, donde no había muchos juguetes ni comida abundante.

Un día, mientras Lucas estaba paseando con su dueño, vio a Mateo sentado en un cajón de frutas, con una expresión triste en su rostro.

"¡Hola! ¿Por qué estás tan triste?" - le preguntó Lucas, moviendo su cola amistosamente.

"Hola, perrito. No tengo juguetes ni amigos con quienes jugar. Solo tengo esta pelota vieja y rota" - respondió Mateo, sosteniendo una pelota destrozada en su mano.

Lucas, con su corazón de perro, sintió una gran tristeza por Mateo. Entonces decidió hacer un plan.

"¿Sabés qué, amigo? ¡Te invito a jugar! Vamos a buscar algo más divertido que tu pelota!" - dijo Lucas.

Mateo miró a Lucas con sorpresa y sonrió por primera vez en el día. Bien entusiasmado, siguió a Lucas mientras él lo guiaba hacia un pequeño parque cercano. Allí, Lucas dejó que Mateo lo lanzara la pelota, y aunque era un perro, nunca había tenido tanto divertido buscando cosas.

Pasaron los días y Lucas visitaba a Mateo cada tarde. Jugaban, reían y se hacían grandes amigos. Pero un día, Lucas se dio cuenta de que Mateo no venía al parque.

"¿Dónde estará mi amigo?" - pensó Lucas, sintiéndose preocupado.

Decidido a encontrarlo, Lucas comenzó a buscarlo por su barrio. Preguntó a los vecinos pero nadie sabía dónde estaba. Finalmente, un anciano le dijo:

"Mateo está en su casa, su mamá no tenía dinero para comprar comida y está un poco mal. Pero no te preocupes, siempre hay esperanza".

Lucas, lleno de determinación, fue corriendo hacia la casa de Mateo. Al llegar, vio que el niño estaba sentado en el suelo, con la mirada perdida. Sin pensarlo, Lucas entró en la casa y se acercó a Mateo, moviendo su cola y ladrando suavemente.

"¡Lucas! ¡Estás aquí!" - exclamó Mateo, acariciando al perro.

Lucas observó que Mateo no tenía comida. Entonces, un plan brillante se formó en su cabeza. Salió corriendo de la casa, sin que Mateo lo siguiera, en busca de ayuda. Llegó primero a la casa de su dueño.

"¡Dueño! ¡Mateo necesita nuestra ayuda!" - ladró Lucas con todas sus fuerzas.

Su dueño, al comprender el mensaje, tomó algunas provisiones y siguió a Lucas hasta la casa de Mateo. Allí, la mamá de Mateo recibió a los dos con gratitud. Lucas había logrado unir a sus mundos de una manera inesperada.

"Gracias, no sé cómo podríamos haberte pagado esto" - dijo la mamá de Mateo, con lágrimas en los ojos.

Los días siguientes, Lucas y su dueño siguieron ayudando a Mateo y su familia. Pronto, gracias a la bondad y el trabajo en equipo, todos los vecinos en el barrio se unieron para ayudar a Mateo y a su mamá.

La historia de Lucas y Mateo llegó a ser conocida en el barrio. La gente comenzó a traer juguetes, alimentos e incluso crearon una pequeña peña donde todos podían colaborar para ayudar a quienes lo necesitaban.

A medida que pasaba el tiempo, el parque se llenó de risas y alegría. Mateo logró hacer más amigos y Lucas, más feliz que nunca, encontró en Mateo no solo un compañero de juegos, sino un amigo fiel de verdad.

Finalmente, Mateo sonrió y le dijo a Lucas:

"Gracias por ser mi amigo y por ayudarme. Nunca me voy a olvidar de lo que hiciste por mi familia."

Y así, la amistad de Lucas y Mateo floreció, recordándoles a todos en el barrio que la generosidad y el amor pueden cambiar vidas.

FIN.

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