El perro y su amigo pobre



En un pequeño barrio de Buenos Aires, un perrito llamado Rocco vivía feliz con su dueño, un niño llamado Tomás. Rocco era un perro mestizo, de pelo marrón y ojos brillantes que siempre estaban llenos de alegría. Tomás, por su parte, era un chico de buen corazón pero que no tenía muchas cosas materiales. A pesar de ello, siempre compartía lo poco que tenía con quienes lo necesitaban, y eso lo hacía verdaderamente rico.

Un día, mientras Tomás llevaba a Rocco a pasear por el parque, se encontraron con un nuevo vecino. Era un niño llamado Julián, que había llegado de otro barrio y no parecía tener mucha suerte. No tenía amigos y solía comer solo.

Rocco, al verlo triste, se acercó y movió la cola, tratando de llamar su atención. Tomás sonrió y dijo: -

Hola, soy Tomás. ¿Te gustaría jugar con nosotros?

Julián miró a Tomás y a Rocco con un poco de desconfianza, pero la amabilidad en la voz de Tomás lo cautivó. -

No sé...

Pero en ese momento, Rocco saltó y corrió tras una mariposa. La alegría del perro era contagiosa. Julián no pudo evitar reírse después de ver a Rocco haciendo piruetas en el aire. -

Está bien, jugaré un rato -dijo finalmente.

Los tres comenzaron a correr y a jugar en el parque, llenando el lugar con risas y ladridos. Al final del día, Julián ya se sentía parte de la pandilla. -

Oye, Tomás, gracias por invitarme. Nunca había tenido un amigo como ustedes.

Tomás respondió con una gran sonrisa: -

¡Siempre serás bienvenido! No importa lo que tengamos, lo mejor de la vida es tener buenos amigos.

Con el tiempo, los tres se volvieron inseparables. Sin embargo, un día Julián dejó de venir al parque. Tomás y Rocco decidieron investigar qué había pasado.

Al llegar a la casa de Julián, se dieron cuenta de que se veía un poco descuidada. Había cajas apiladas y la puerta estaba medio abierta. -

¿Podrías estar bien, Julián?

Tomás llamó a la puerta suavemente, y al ver a Julián un poco preocupado, preguntó: -

¿Está todo bien?

Julián suspiró y contestó: -

No tengo mucho para jugar y... mi mamá está buscando trabajo. No sé si podré volver al parque.

Rocco, sintiendo la tristeza de su nuevo amigo, se acercó y le dio un suave lametón en la mano. Julián sonrió levemente, pero Tomás no se dio por vencido. -

Tu mamá y tú están pasando por un momento difícil, pero no hay nada mejor que la amistad. ¿Qué tal si hacemos algo juntos para ayudarla?

A la idea de Tomás se le iluminó la mirada a Julián. -

¿Qué propones?

Tomás pensó un momento y luego dijo: -

Podríamos organizar un pequeño mercadito en el parque y vender algunas cosas. Yo puedo traer recetas de cosas ricas que podamos cocinar y tú puedes ayudarme a hacer carteles.

Julián se emocionó y juntos comenzaron a trabajar. Con la ayuda de Rocco, que siempre los seguía moviendo la cola, idearon un plan. Tomás le enseñó a Julián a hacer unas ricas empanadas.

Finalmente, el día del mercadito llegó, y todos en el barrio se enteraron. La alegría invadió el parque. Rocco corría entre la gente, y Tomás y Julián estaban felices vendiendo sus empanadas y limonadas.

La gente comenzó a acercarse y a disfrutar de la comida, y al finalizar el día, lograron juntar un buen dinero. Julián sonrió con lágrimas en los ojos mientras contaba el dinero, -

No puedo creer que todo esto haya funcionado. ¡Gracias, Tomás y Rocco!

Tomás le dio un fuerte abrazo a su amigo. -

Esto es sólo el comienzo. Siempre estaremos juntos, no importa lo que pase. La amistad puede hacer que todo sea mejor.

Julián comprendió que aunque estuviera pasando por un mal momento, tenía amigos a su lado que lo apoyaban. Aprendieron que compartir, no solo cosas materiales, sino también alegría y amor, era lo que realmente importaba. Con el tiempo, la mamá de Julián encontró un nuevo empleo, y así, a pesar de las dificultades, la amistad de los tres se fortaleció aún más. Y de ahí en adelante, Rocco siempre sería el perro que unió a dos amigos en una bella aventura de generosidad y esperanza.

Y así, mientras Rocco corría feliz por el parque, Tomás y Julián compartían risas, sueños y, sobre todo, un lazo inquebrantable de amistad que perduraría para siempre.

FIN.

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