El Pez Dorado y el Miedo al Agua
Había una vez en un pequeño pueblo, un nene llamado Tomás que tenía un amigo muy especial: un pez dorado llamado Brillo. Tomás pasaba horas mirando a Brillo nadar en su pecera, hipnotizado por su color brillante y sus movimientos suaves.
Sin embargo, había un pequeño problema. Tomás le tenía miedo al agua. Siempre había escuchado historias sobre lo peligroso que podía ser, y eso lo hacía sentir incómodo e inseguro.
Un día, mientras Tomás jugaba con sus amigos en el parque, escuchó a unos chicos hablando sobre un concurso de saltos en la pileta del centro comunitario. Era una oportunidad increíble para divertirse, pero Tomás dio un paso atrás, sintiéndose ansioso.
"¿Por qué te apartás, Tomás?" - le preguntó su amiga Lucía.
"No sé, me da miedo el agua... No quiero caerme o despeinarme" - respondió Tomás, rascándose la cabeza.
Lucía le sonrió y le dijo: "Pero tenés a tu amigo Brillo, ¿no? Él puede ayudarte a superar tu miedo."
Al volver a casa, Tomás se encontró con Brillo saltando en su pecera. Mirándolo, tuvo una idea.
"Brillo, ¿te gustaría que te llevase a nadar en la pileta? Pero... ¡yo no puedo!" - exclamó Tomás, mientras el pez chisporroteaba como si dijera que sí.
Esa noche, Tomás no pudo dormir pensando en las palabras de Lucía. El siguiente día, decidió hacer algo diferente. Fue a la pileta y se sentó al borde, sintiendo la frescura del agua.
"Brillo, voy a intentarlo. Voy a dejar de tener miedo. Quiero que puedas nadar libremente" - dijo decidido. Pero su corazón latía rápido y dudaba.
Fue entonces cuando Brillo, con su magia especial, comenzó a salpicar agua, creando pequeñas olas. Cada gota parecía reírse, como si le dijera a Tomás que todo estaría bien. Tomás rió y gritó emocionado: "¡Está bien, Brillo! ¡Lo intentaré!"
Con ese espíritu, se animó a meter un pie en el agua. El frío le hizo temblar, pero cada vez que lo hacía, Brillo se acercaba más. "¡Mirá cómo nado! ¡Es un juego!" - decía su amigo pez.
Con un profundo respiro, Tomás sumergió su otro pie y sintió un cosquilleo agradable. Puso parte de su cuerpo en el agua y, ¡oh sorpresa! No pasó nada terrible. Vio a Brillo nadar cerca y se dio cuenta de que podía hacerlo también.
"¡Voy a zambullirme!" - anunció Tomás, recordando cómo Brillo se movía en la pecera. Se deslizó lentamente y se sumergió. Cuando salió a la superficie, su cara iluminó con una gran sonrisa.
"¡Brillo, lo hice! ¡No fue tan asustador!" - gritó, mientras el pez dorado salpicaba agua por toda la pileta, como si estuviese celebrando.
A partir de ese día, Tomás y Brillo se convirtieron en los mejores nadadores del pueblo, juntos superando cada miedo y disfrutando del agua de mil maneras. Tomás aprendió que el miedo es solo una forma de afrontar lo desconocido, y que a veces, necesitas un amigo que te impulse a dar el primer paso.
Y así, Tomás y Brillo siguieron jugando en la pileta, convirtiendo su miedo en alegría, nadando como siempre había soñado.
Y cuando caía la noche, Tomás miraba a Brillo en su pecera y sonreía, recordando que con valentía y amistad, todo es posible.
FIN.