El pez que hablaba
Había una vez un pequeño pueblo costero donde un niño llamado Tomás pasaba sus días jugando en la playa. Tomás amaba pescar y soñaba con atrapar un pez increíble.
Un día, mientras lanzaba su caña de pescar, sintió un tirón fuerte. Con gran esfuerzo, logró sacar del agua un pez brillante y colorido.
"¡Hola!" - dijo el pez con una voz suave y melodiosa.
Tomás se quedó boquiabierto, sin saber si lo que estaba viviendo era un sueño.
"¿Puedes hablar?"
"Sí, soy un pez mágico. Por favor, devuélveme al mar; tengo que regresar. Te lo suplico."
Tomás pensó en lo impresionante que sería llevar a su casa un pez que hablaba.
Sin embargo, el pez empezó a contarle sobre su vida en el océano, sobre su familia y cómo se perdería para siempre si no regresaba pronto.
"Pero... ¿y si te llevo a casa? Mis amigos no me creerán. Sería tan divertido mostrarte a todos..."
"Entiendo que quieras presumir, pero no puedo quedarme aquí. La honestidad es muy importante, Tomás. Si a tus padres les dices que me atrapaste, estarás rompiendo una promesa que no hiciste, pero que tienes dentro de ti."
Al escuchar esto, Tomás sintió un peso en su corazón.
No quería hacerle daño al pez, pero al mismo tiempo, temía no tener otra oportunidad de mostrar algo tan increíble a sus amigos. Decidió que, por un momento, podría mantenerlo en secreto solo un poco más.
<brTomás
llevó al pez a casa, oculto en un balde grande que llenó con agua del mar. Su madre lo miró, curiosa, pero él sonrió y se fue a su habitación. En la oscuridad, el pez susurró:
"Tomás, estoy empezando a sentirme mal.
Estoy fuera de mi hogar, ¡regresa me al mar!"
Tomás, sintiéndose cada vez más culpable, no sabía qué hacer. En ese momento, un fuerte relámpago iluminó la habitación, y el pez comenzó a saltar de excitación.
"¡El mar me llama! Por favor, ¡deja que vaya!"
<brFinalmente, la conciencia de Tomás se fue apoderando de él. Sabía que había tomado la decisión equivocada.
Se miró en el espejo y se dijo:
"Si no lo devuelvo, estaré mintiendo a mis padres y lo más importante, le haré daño a este pez. No puedo hacerlo."
Con determinación, Tomás se levantó y corrió hacia la playa con el balde. El pez estaba tan feliz que saltaba en el agua, esperando volver a su hogar.
"¡Gracias, Tomás! ¡Eres más valiente de lo que piensas!"
<brCuando llegó al borde del mar, Tomás vertió al pez de regreso al océano. El pez chapoteó felizmente en el agua salada y, antes de desaparecer, le dijo:
"Tu valentía y honestidad te harán siempre grande, Tomás.
¡Nunca lo olvides!"
Tomás sonrió mientras veía al pez alejarse. Al regresar a casa, decidió ser honesto con sus padres.
"Mamá, papá, fui a pescar y un pez mágico me habló. Tenía que devolverlo al mar porque eso era lo correcto."
Sus
padres, sorprendidos, lo escucharon atentamente. Al final, comprendieron su valiente decisión y le explicaron la importancia de la honestidad. Tomás aprendió que ser sincero era más valioso que cualquier historia extraordinaria que pudiera contar.
Desde
ese día, Tomás se convirtió en un gran defensor del cuidado del océano y la vida marina, recordando siempre la lección que le enseñó el pez que hablaba.
FIN.