El piano encantado
Había una vez una niña llamada Celia, a quien le apasionaba la música. Desde muy pequeña, soñaba con convertirse en una famosa pianista y tocar hermosas melodías para el mundo entero.
Sin embargo, había un problema: Celia se sobrevaloraba y creía que ya era la mejor pianista del mundo, sin siquiera haber tomado clases. Un día, mientras caminaba por el parque, Celia escuchó a lo lejos los acordes de un piano.
Siguiendo el sonido con curiosidad, llegó a un pequeño kiosco donde había un hombre mayor tocando maravillosamente el instrumento. Fascinada por su talento, Celia se acercó emocionada. "¡Eres increíble! ¡Quiero ser como tú!"- exclamó Celia llena de admiración.
El hombre sonrió amablemente y le dijo:"Gracias por tus palabras, pero debes saber que aprender a tocar el piano requiere tiempo y práctica". Celia frunció el ceño y respondió confiada:"No te preocupes, yo ya sé tocar muy bien".
El hombre asintió con paciencia y le propuso:"¿Por qué no te sientas al piano y nos demuestras tu talento?"Celia aceptó encantada y se sentó frente al piano con actitud altiva. Pero cuando intentó tocar las primeras notas, sus dedos chocaron desafinadamente contra las teclas.
El sonido fue tan desastroso que incluso algunos pájaros salieron volando espantados. El hombre dio un suspiro comprensivo y dijo:"Celia, todos comenzamos desde cero.
Incluso los grandes pianistas tuvieron que aprender las bases y practicar mucho para llegar a donde están". Celia se sintió desanimada y avergonzada por su fracaso. Pero en lugar de rendirse, decidió tomar una lección del hombre sabio.
Así comenzó Celia sus clases de piano con el señor Miguel, quien además de enseñarle técnicas y teoría musical, le transmitió valores como la humildad, el esfuerzo y la perseverancia. Los días pasaron y Celia practicaba diligentemente cada día. Aunque al principio cometía muchos errores, poco a poco fue mejorando su técnica y su interpretación musical.
Aprendió a escuchar críticas constructivas sin sentirse ofendida y supo valorar cada pequeño avance que lograba. Un año después, llegó el gran día del concierto anual de la escuela de música.
Celia estaba nerviosa pero emocionada por mostrar todo lo que había aprendido durante ese tiempo. Se sentó frente al piano con humildad y confianza en sí misma. Cuando comenzó a tocar las primeras notas, todos quedaron maravillados con su talento.
Su melodía fluía con gracia y emoción, llenando el auditorio de alegría. Al finalizar su presentación, recibió un aplauso ensordecedor.
Celia se dio cuenta de que no solo había cumplido su sueño de ser pianista, sino que también había aprendido una valiosa lección: no hay atajos ni talentos innatos que reemplacen el trabajo duro y la dedicación. Desde aquel día en adelante, Celia siguió creciendo como pianista y compartiendo su música con el mundo.
Pero siempre recordaba la importancia de ser humilde, aprender de los demás y nunca dejar de esforzarse por mejorar. Y así, la niña Celia se convirtió en una gran pianista, inspirando a otros a perseguir sus sueños con pasión y humildad.
FIN.