El picnic de los pajaritos en la huerta de Don Carlos


En una soleada mañana de primavera, en la huerta de Don Carlos, algo extraordinario estaba por suceder.

Los pajaritos del bosque decidieron hacer una visita a la huerta para conocer a sus amigos los animales y descubrir cómo era la vida en ese lugar tan especial. Al principio, los animalitos de la huerta se sorprendieron al ver a los pajaritos llegar volando y cantando alegremente.

Pero pronto, todos se pusieron muy contentos con la llegada de estos nuevos amiguitos alados. El primer pajarito en llegar fue Pepito, un jilguero travieso y curioso que no paraba de hacer preguntas sobre cada planta y cada animal que veía.

"¡Qué linda es tu huerta, Don Carlos! ¿Puedo probar unas semillitas?"- preguntó Pepito mientras revoloteaba alrededor del dueño de la huerta. Don Carlos sonrió y le dijo: "Por supuesto, Pepito.

¡Siéntete como en casa! Pero ten cuidado con las zanahorias, ¡son mi tesoro más preciado!"-Los otros pajaritos también comenzaron a explorar la huerta. Martina, una golondrina veloz, hizo amistad con Rosita, la conejita saltarina; juntos jugaron entre las verduras y compartieron historias sobre sus viajes por el cielo azul.

Mientras tanto, Ruperto, un búho sabio que siempre llegaba tarde a todas partes, se quedó fascinado observando el vuelo acrobático de los pájaros más pequeños. "¡Qué destreza tienen ustedes en el aire! Yo prefiero volar despacio pero seguro", les dijo con voz grave y pausada.

La visita de los pajaritos alegró tanto a los habitantes de la huerta que decidieron organizar un picnic para celebrar su encuentro.

Cada uno trajo algo especial: Don Carlos preparó jugosos tomates cherry; Rosita llevó zanahorias recién cosechadas; Martina trajo gusanitos dulces del campo; Ruperto contribuyó con su sabiduría ancestral contando historias mágicas bajo la luz de la luna. La fiesta fue todo un éxito.

Los pajaritos cantaron hermosas melodías mientras los demás animales bailaban al ritmo alegre de sus trinos. La noche cayó suavemente sobre la huerta, iluminada por las estrellas brillantes y la complicidad entre amigos nuevos y antiguos.

Al finalizar el día, cuando llegó el momento de despedirse, Pepito prometió volver pronto junto a sus amigos emplumados para seguir descubriendo maravillas en aquella huerta encantada.

Y así fue como esa inolvidable jornada se convirtió en una historia que sería recordada por generaciones en aquel rincón lleno de magia donde los sueños alados se hacían realidad gracias al amor compartido entre todos los seres vivientes que habitaban allí.

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