El picnic mágico de Guada
Había una vez una niña llamada Guada que vivía en un pequeño pueblo. Un día, sus padres decidieron llevarla al parque para disfrutar de un hermoso día al aire libre.
Guada estaba emocionada mientras se preparaba para su aventura en el parque. Llevó consigo una canasta llena de deliciosos sándwiches, frutas frescas y jugo. Cuando llegaron al parque, encontraron un lugar perfecto bajo un árbol frondoso y extendieron la manta para hacer su picnic.
Mientras saboreaban los alimentos, mamá y papá le contaron a Guada historias divertidas sobre cuando eran niños. Rieron juntos y disfrutaron de la compañía mutua mientras compartían comida y risas.
Después de terminar su picnic, Guada vio un grupo de niños jugando en el área de juegos del parque. No pudo resistirse a la tentación y corrió hacia ellos para unirse a la diversión. "-¡Hola! ¿Puedo jugar con ustedes?" -preguntó emocionada Guada.
Los niños le dieron una cálida bienvenida y comenzaron a jugar juegos como "La soga" y "El escondite". Guada era muy activa e imaginativa, por lo que rápidamente se convirtió en líder de los juegos.
Los demás niños estaban impresionados con su energía contagiosa y talento para crear nuevas reglas divertidas. Todos los niños se divirtieron tanto que perdieron la noción del tiempo. Mientras jugaban, notaron que el sol empezaba a ponerse lentamente en el horizonte.
"-Chicos, creo que ya es hora de irnos", dijo mamá de Guada, acercándose al grupo. Los niños se despidieron con tristeza pero prometieron volver a jugar juntos en el parque otro día. Guada se despidió de todos sus nuevos amigos y volvió corriendo hacia su familia.
Mientras caminaban hacia casa, Guada estaba llena de emoción y felicidad. Había tenido un día maravilloso en el parque, compartiendo un picnic con sus padres y jugando con otros niños.
Se dio cuenta de lo importante que era la amistad y cómo compartir momentos especiales con los demás podía hacer que todo fuera aún más divertido. De vuelta en casa, Guada le contó a su abuela todas las aventuras que había vivido ese día.
Su abuela sonrió mientras la escuchaba atentamente y le recordó lo afortunada que era por tener una familia amorosa y muchos amigos nuevos en el parque.
Desde aquel día, Guada siempre aprovechó cualquier oportunidad para pasar tiempo al aire libre con su familia y disfrutar de la compañía de otros niños en el parque. Aprendió el valor de compartir momentos especiales con los demás, haciendo del mundo un lugar más brillante y lleno de risas.
Y así, Guada aprendió que los picnics pueden ser mucho más que solo comida; pueden ser momentos mágicos llenos de risas, juegos y nuevas amistades.
FIN.