El pingüino Blink que quería aprender a volar



En una helada mañana en la Antártida, un pequeño pingüino llamado Blink miraba con admiración a las aves que surcaban el cielo. Sus suaves plumas negras y su pancita blanca brillaban bajo el sol, pero lo que más brillaba era su sueño de volar.

-Blink, ¿sos un pingüino? ¡No podés volar! -dijo su mejor amiga, la foca Lila, mientras balanceaba su enorme cuerpo sobre un témpano de hielo.

-No me importa -respondió Blink con determinación-. ¡Quiero aprender!

Lila se echó a reír.

-¡Los pingüinos no vuelan! ¡Nosotros nadamos!

Pero Blink no se desanimó. Esa misma tarde, decidió que dejaría el océano a un lado y se enfocaría en hacer realidad su sueño. Se acercó a una de las aves que volaban alto en el cielo.

-¡Hola, señor ave! -gritó Blink-. ¿Podés ayudarme a volar?

-¿Pero vos no sos un pingüino? -preguntó la ave, que era un albatros con gran simpatía.

-Sí, pero quiero volar como ustedes -dijo Blink, con su voz llena de esperanza.

-Está bien, te ayudaré. Primero necesitarás un buen salto.

Así que Blink trepó un pequeño iceberg y se preparó para saltar.

-1, 2, 3... ¡salto! -exclamó Blink y se lanzó al vacío.

Bajó como una piedra, pero al año siguiente, en su deslizamiento, comenzó a practicar saltos. Cada día, Blink saltaba un poco más alto, y aunque al final siempre se caía en la nieve, nunca dejaba de intentarlo.

Un día, mientras practicaba sus saltos, conoció a su amigo, el león marino Sam.

-Che, Blink, ¿qué haces saltando así?

-¡Quiero volar! -exclamó Blink-. Estoy practicando.

-¿Y si en vez de volar te enseñamos a nadar como un experto?

-Nah, quiero aprender a volar.

Sam suspiró.

-Bueno, yo no puedo hacer que vueles, pero ser bueno en algo tampoco está mal.

-¡Eso es! ¡Nadar! -dijo Blink, y continuó su entrenamiento.

Pasaron las estaciones, y llegó la primavera. La primavera era especial, ya que significaba aves migratorias, y Blink no se perdió la oportunidad de admirarlas.

Un día, mientras miraba un grupo de aves, notó que una de ellas se zambulló al agua, pero no subía.

-¡Ayuda! -gritó la ave, tratando de salir.

-Blink, ¡ayudala! -gritó Lila desde la orilla.

Blink, en lugar de dudar, se lanzó al agua y nadó con todas sus fuerzas.

-¡Sujétate fuerte! -dijo Blink y utilizó sus aletas para empujar a la ave hacia la seguridad del hielo.

-¡Gracias, pequeño pingüino! -dijo la ave, mientras respiraba agitada.

-¡Pero yo no sé volar! -dijo Blink, mientras se sentía orgulloso de haber sido de ayuda.

A medida que más aves volvieron a su lado, comenzaron a reconoces a Blink, el valiente pingüino.

-Debutó nuestro héroe pingüino que no volaba pero que era el mejor nadador -dijo el albatros, entre risas.

Y así, Blink se dio cuenta de que, aunque no podía volar, sí podía hacer cosas maravillosas en el agua y ayudar a los demás.

Después de aquel día, Blink dejó de lado su obsesión por volar. Sin embargo, cada vez que miraba al cielo, sonreía y sabía que, aunque no era un pájaro, también podía ser un héroe a su manera.

-¡Eso es lo que importa! -murmuró, mientras se unía al grupo de nadadores que lo aclamaban.

Y así, Blink encontró su lugar en el mundo. Aprendió que no importa cuál sea tu sueño, siempre hay maneras de brillar y ser especial en lo que ya eres. Y ese fue su verdadero vuelo.

FIN.

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