El Pingüino que Quería Vivir en la Selva
Había una vez un pingüino llamado Pedro que vivía en la fría Antártida. Pedro era un pingüino muy curioso, siempre soñando con aventuras más allá de los glaciares. Un día, mientras pescaba con sus amigos, vio un documental sobre la selva. Las imágenes de árboles gigantes, ríos llenos de peces y animales coloridos le entusiasmaron tanto que no pudo resistir la tentación de ir a explorar.
"- ¿Por qué no puedo vivir en la selva?" - se preguntó Pedro mientras miraba el vasto horizonte blanco. "¡Es tan verde y cálido!"
Decidido, Pedro se despidió de sus amigos: "- ¡Voy a encontrar mi hogar en la selva!"
Emprendió su viaje, cruzando océanos y continentes, hasta que finalmente llegó a la puerta de la selva. Desde el primer paso, se sintió abrumado por la calidez del clima y las vibrantes tonalidades de la vegetación. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que la selva no era como había imaginado.
"- ¡Hola, amigo!" - le dijo un tucán al verlo, mientras posaba su pico en una rama. "¿Qué hace un pingüino como vos aquí?"
"- Estoy buscando un nuevo hogar. El frío no es para mí!" - respondió Pedro con entusiasmo.
"- ¿No te resulta complicado con tu plumas?" - le preguntó el tucán mientras revoloteaba a su alrededor.
Pedro se sintió un poco inseguro, pero continuó explorando. Se encontró con un grupo de monos que saltaban de rama en rama.
"- ¡Hola!" - gritó uno de ellos. "¿Qué hace un pingüino en la selva?"
"- Estoy aquí para quedarme, estoy cansado del frío!" - dijo Pedro, ahora con un tono firme.
Los monos se rieron y un mono más sabio, llamado Tito, se acercó.
"- Escuchame, Pedro. La selva es hermosa, pero tiene sus propios peligros. Te podría costar tu vida si no tenés cuidado. ¿No extrañás el hielo y la nieve?" - le aconsejó Tito.
Pedro se sintió confundido y decidió seguir caminando. Encontró un lago resplandeciente y, emocionado, saltó al agua. Pero allí había cocodrilos que lo miraban con curiosidad.
"- ¡Ey, pingüino!" - dijo uno de ellos. "¿Qué haces aquí? Aquí solo hay calor y peligros."
En ese momento, Pedro comprendió que no solo se trataba de encontrar un lugar cálido, sino que la selva presentaba sus propios desafíos. Recordó el helado océano donde nadaba libremente entre los icebergs, jugando con sus amigos.
"- Quizás no sea tan malo el frío..." - murmuró para sí mismo.
Al día siguiente, Pedro decidió regresar. Cargó su mochila con frutos tropicales, pero su corazón seguía anhelando el fría brisa antártica. En el camino de regreso, encontró al tucán, que lo miró con curiosidad.
"- ¿Vas a quedarte en la selva?" - le preguntó el tucán.
"- No, creo que el frío es mi verdadero hogar. La selva es magnífica, pero extrañaré a mis amigos y a la vida en el hielo" - respondió Pedro.
Al regresar a su hogar, sus amigos lo recibieron con alegría. Pedro les contó sobre su aventura y las cosas nuevas que había aprendido.
"- ¡La selva es increíble! Hay tanto que ver, pero el frío me hace feliz" - concluyó Pedro, mientras se zambullía en el océano helado.
Desde aquel día, Pedro entendió que cada lugar tiene su belleza, pero el verdadero hogar es donde uno se siente pleno y feliz. Aunque amaba descubrir lo diferente, nunca olvidaría que su corazón pertenecía a la fría Antártida.
Y así, Pedro el pingüino continuó viviendo contento en su hogar, disfrutando cada día de la maravilla de la naturaleza que lo rodeaba, sin dejar de soñar con nuevas aventuras y amistad.
FIN.