El Pintor de Colores
Había una vez en un pequeño pueblo un pintor llamado Don Pablo. Era famoso por sus hermosas pinturas llenas de vida, pero había algo que lo hacía diferente: no tenía familia ni amigos. Cada día, Don Pablo se pasaba horas en su estudio lleno de colores y pinceles, pero a menudo miraba por la ventana y veía a los niños jugar en el parque.
Un día, mientras pintaba un hermoso paisaje, escuchó risas afuera. Curioso, salió a ver qué ocurría. Allí encontró un grupo de niños que intentaban jugar a la pelota, pero se estaban peleando por quién era el mejor jugador.
"¡Hey, chicos! ¿Por qué no juegan todos juntos?", les dijo Don Pablo con una sonrisa.
Los niños lo miraron sorprendidos.
"¿Y quién sos vos?", preguntó una niña llamada Sofía.
"Soy Don Pablo, el pintor. Puedo ayudarles a que su juego sea más divertido. ¿Quieren que les pinte una cancha de fútbol gigante en el parque?", les ofreció.
Los ojos de los niños se iluminaron. "¡Sí! ¡Sí!", gritaron todos al unísono. Así, Don Pablo se convirtió en parte de su juego. Se pusieron a trabajar juntos, llenando el parque con colores y risas.
Al día siguiente, los niños regresaron al parque y Don Pablo ya estaba allí, pincel en mano. "Hoy pintaremos un arco iris en el cielo de nuestra cancha," dijo emocionado. Los niños aplaudieron.
Mientras pintaban, los niños comenzaron a enseñarle a Don Pablo cómo jugar a la pelota. "¡No! Así no!", gritó un niño llamado Lucas mientras le mostraba a Don Pablo a patear la pelota. Al principio, el pintor fue torpe y falló varias veces, pero poco a poco fue mejorando.
"Esto es muy divertido, chicos. Me encanta jugar con ustedes", decía entre risas. Nunca había sentido tanto alegría.
Los días pasaron y Don Pablo no solo pintaba hermosos murales en el parque, sino que también tenía nuevos amigos. Un día, mientras todos jugaban, Sofía se acercó a Don Pablo. "¿Por qué nunca tuviste amigos, Don Pablo?"
Don Pablo miró al suelo por un momento y luego respondió. "Quizás porque nunca me atreví a salir de mi estudio y compartir mis colores con los demás. Pero hoy aprendí que los verdaderos colores vienen de la amistad y la diversión."
Los niños sonrieron y le dieron un abrazo. Don Pablo se dio cuenta de que la compañía de los niños era más valiosa que cualquier pintura.
Pronto, el parque se convirtió en un lugar lleno de vida gracias a Don Pablo. Padres y vecinos venían a ver sus murales, y los risas de los niños resonaban en todo el lugar.
Aquel año, el pueblo decidió organizar un festival del arte, donde Don Pablo sería el artista principal. Se llevó a cabo en el parque de colores que él mismo había pintado con sus nuevos amigos.
El día del festival, el corazón de Don Pablo latía con más fuerza que nunca. Admiraba las sonrisas de los niños al jugar, y sentía una felicidad que nunca había conocido.
"¡Gracias, chicos! Sin ustedes, no hubiera encontrado mi inspiración", dijo emocionado mientras miraba sus obras de arte.
Los niños gritaron al unísono "¡Y nosotros te queremos, Don Pablo!"
Así, el pintor descubrió que el verdadero arte se creaba no solo con pinceles y colores, sino también con el amor y la amistad. Desde entonces, Don Pablo nunca volvió a estar solo, porque el amor que dio regresó a su vida en cada risa y cada abrazo.
Y así, vivió feliz rodeado de sus amigos, pintando el mundo lleno de colores, amor y alegría. Fin.
FIN.