El Plan de Mateo para Salvar a la Tierra



En un pequeño pueblo llamado Verde Esperanza, la Tierra estaba muy enferma. Los ríos estaban llenos de basura y los árboles lloraban por falta de aire limpio. Los habitantes, sin querer, habían hecho un gran daño al planeta. Sin embargo, había un niño llamado Mateo, un chico noble e inteligente, que decidió que era hora de actuar.

Una mañana, mientras caminaba por el bosque, Mateo escuchó un susurro. Era la Tierra, hablando con él. "¡Mateo! Estoy muy enferma. Necesito tu ayuda para sanar"-, dijo la Tierra con una voz suave pero triste.

Mateo, sorprendido, respondió: "¿Cómo puedo ayudarte? Soy solo un niño"-.

La Tierra continuó: "Tu bondad y creatividad pueden hacer maravillas. Necesito que hables con tus amigos y todos en el pueblo. Juntos, podemos crear un cambio"-.

Con el ánimo renovado, Mateo llamó a sus amigos del colegio. "Chicos, necesitamos salvar a la Tierra. Está enferma y cuenta con nuestra ayuda"-, les dijo con entusiasmo. Sus amigos, sorprendidos, empezaron a hacer preguntas.

"¿Qué podemos hacer?"- preguntó Ana, una chica muy curiosa.

"Podemos organizar una gran limpieza en el pueblo y en el río. También, haremos carteles para educar a los demás sobre la importancia de cuidar el medio ambiente"-, respondió Mateo.

Los amigos de Mateo se entusiasmaron y comenzaron a hacer planes. Pero no todo sería fácil. Algunos adultos en el pueblo eran escépticos. "La Tierra no puede cambiar, está demasiado dañada"-, decía don Julio, el lechero, mientras veía a los niños con desdén.

Mateo no se dio por vencido. "Si trabajamos juntos podemos cambiar las cosas. La Tierra merece una oportunidad, y nosotros también"-, exclamó con determinación.

El día de la limpieza, el sol brillaba y Mateo y sus amigos se organizaron rápidamente. Con guantes y bolsas de basura, empezaron a recoger todos los plásticos y desperdicios que encontraban en el camino. La gente del pueblo, al ver la dedicación de los niños, comenzó a unirse. Don Julio fue uno de ellos.

"Quizás tienen razón, chicos. Quizás no es demasiado tarde"-, admitió mientras recogía botellas de plástico.

Con cada bolsa llena de basura, la Tierra empezaba a sonreír. Un río que antes estaba sucio comenzaba a verse más claro, y los árboles volvieron a lucir verdes y alegres. Después de un arduo día de trabajo, los niños estaban cansados pero felices.

"Hicimos un gran trabajo, pero esto es solo el comienzo. Necesitamos seguir educando a todos sobre cuidar nuestro planeta"-, dijo Mateo, mientras sus amigos asentían con la cabeza.

Decidieron hacer una campaña. Hicieron carteles coloridos y promovieron charlas para los adultos. "No más plásticos, por favor. La Tierra es nuestra amiga"-, decía uno de los carteles que colgaron en la plaza del pueblo.

Los resultados no tardaron en llegar. Cada vez más personas comenzaron a cambiar sus hábitos y a cuidar el medio ambiente. El pueblo de Verde Esperanza se convirtió en un ejemplo de sostenibilidad. La Tierra, poco a poco, sanaba y recobraba su belleza.

Un día, mientras Mateo estaba jugando en el campo, volvió a escuchar la dulce voz de la Tierra. "Gracias, Mateo. Has demostrado que la bondad puede hacer grandes cambios. Nunca dejes de cuidar de mí y de enseñar a los demás"-.

Mateo sonrió, sintió una inmensa felicidad y prometió seguir protegiendo su hogar. "Siempre te cuidaré, querida Tierra"-, susurró. Desde ese día, el pueblo nunca olvidó la importancia de cuidar el medio ambiente. Y así, Verde Esperanza floreció, lleno de vida y amor por su Tierra.

FIN.

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