El Plan del Conejo y la Liebre
Había una vez un conejo llamado Pelusín y su mejor amigo, una liebre llamada Saltarín. Ambos vivían en un hermoso bosque lleno de frutos deliciosos, pero había un gran oso llamado Gruñón que no dejaba que ningún animal se acercara a esas delicias. Cada vez que Pelusín y Saltarín querían recolectar fresas o manzanas, Gruñón aparecía y los espantaba con su rugido.
Un día, cansados de esta situación, Pelusín se volvió hacia Saltarín y dijo:
"¡No puede ser! Este oso no nos deja vivir. ¡Debemos hacer algo!"
"¿Pero qué podemos hacer? ¡Es enorme!"
"Tengo una idea, pero necesitaré tu ayuda".
Saltarín se mostró intrigado.
"Estoy escuchando, ¡contame!"
"Podemos hacer que Gruñón crea que hay un peligro mayor en el bosque que él. Si se asusta, quizás se aleje y finalmente podremos recolectar las frutas".
Ambos amigos comenzaron a idear un plan. Esa noche, se reunieron con otros animales del bosque: la ardilla Rufi, el pájaro Lilo y la tortuga Tula.
"¡Hola, amigos! Necesitamos su ayuda para asustar a Gruñón" - dijo Pelusín entusiasmado.
"¿Y cómo lo vamos a hacer?" - preguntó Rufi.
"Vamos a hacer ruido y dar la impresión de que algo grande viene por el bosque", explicó Saltarín.
Así, juntos, idearon un plan. La mañana siguiente, apenas Gruñón salió de su cueva, los animales comenzaron a hacer un gran alboroto. Rufi subió a un árbol y empezó a gritar como si viera un peligro.
"¡Fuego! ¡Fuego!"
"¿Dónde?" - preguntó Gruñón, sorprendido.
"¡En el otro lado del bosque! ¡Corre!"
Poco a poco, Gruñón empezó a alejarse, convencido de que había un fuego.
"¡Ese oso cree todo lo que le decimos!" - dijo Tula riendo.
"¡Es un poco ingenuo!" - añadió Lilo.
Finalmente, cuando Gruñón se había ido lo suficientemente lejos, Pelusín y Saltarín, junto con los otros animales, corrieron hacia los árboles con frutos.
"¡Mirá todas estas fresas!" - exclamó Pelusín mientras saltaba de alegría.
"¡Y esas son las mejores manzanas!" - dijo Saltarín emocionado.
Pero al poco tiempo, Gruñón regresó, y los amigos se dieron cuenta de que, aunque habían conseguido las frutas, debían ser cuidadosos. Entonces decidieron no dejar de vigilar el bosque. Cuando Gruñón se acercaba, todos ellos hacían ruido y hacían cruces por el suelo para despistar al oso.
Con el tiempo, los animales aprendieron que la mejor forma de tratar con Gruñón no era vengarse, sino aprender a convivir.
"Tal vez podríamos compartir las frutas con él", sugirió Tula.
"¿Cómo? ¡No se va a querer!" - preguntó Pelusín.
"Podríamos invitarlo a una fiesta, y al final de la fiesta, ofrecerle algunas frutas" - propuso Rufi.
Y así lo hicieron. Prepararon una fiesta en el claro del bosque, con baile y música. Al principio, Gruñón pudo haber dudado, pero la curiosidad pudo más.
"¿Qué es todo este bullicio?" - preguntó Gruñón al acercarse.
"¡Es una fiesta, ven!" - gritaron todos a coro.
Al final, Gruñón se unió a la fiesta y todos compartieron frutas y risas. Desde entonces, aprendieron a trabajar juntos, y Gruñón dejó de ser un problema. Ahora, todos podían disfrutar del bosque en armonía.
"Gracias, amigos, por darme una segunda oportunidad" - dijo Gruñón con una sonrisa, dejando de ser el villano del bosque.
"Juntos podemos hacer un bosque mejor para todos" - concluyó Pelusín.
Y así, el conejo, la liebre, y hasta el oso, vivieron felices y en paz en su bosque.
FIN.