El Plan Secreto de la Maestra
Era un día soleado en la Escuelita de la Alegría, y la maestra Rosa se despertó con un leve suspiro. A veces, las cosas no salían como ella esperaba. Algo en su interior le decía que hoy podría ser uno de esos días grises, pero no podía dejar que sus alumnos lo notaran.
Sin embargo, sus pequeños alumnos, astutos como eran, decidieron que no le permitirían tener un día malo. En el patio de la escuela, antes del timbre, sus alumnos, la clase de tercer grado, se reunieron para crear un plan secreto.
- “¿Qué podemos hacer para que la maestra Rosa sonría? ” – preguntó Mateo, un niño con un gran corazón.
- “Podemos hacerle una tarjeta gigante” – sugirió Ana, con su brillante cabello rizado.
- “Sí, pero también deberíamos hacer algo divertido”, dijo Lucas, que siempre tenía una idea loca.
- “¡Hagamos una búsqueda del tesoro en la clase! ” – exclamó Valentina, emocionada con su propuesta.
Y así, los niños se pusieron en acción. Cortaron papel de colores y dibujaron una enorme tarjeta con la leyenda: "¡Hoy será un día especial!". Después, escondieron pistas por todo el aula, asegurándose de que la maestra no sospechara nada.
Cuando llegó la maestra, sus alumnos estaban sentados en sus escritorios, tratando de disimular su emoción.
- “¡Buenos días, chicos! ” – dijo la maestra Rosa, intentando sonreír. Pero los niños notaron que no era igual que otros días.
En el momento justo, Valentina levantó la mano.
- “Seño, ¿puede venir a ver algo muy especial que tenemos para usted? ”
- “¿Qué es, Valentina? ” – preguntó la maestra, con curiosidad.
- “Es una sorpresa, seño. ¡Prometemos que la va a hacer sonreír! ”
La maestra, intrigada, la siguió hasta el centro del aula, donde los demás niños esperaban con eso de lo que habían estado hablando. Ana levantó la tarjeta gigante, y todos gritaron a coro:
- “¡Sorpresa! ”
Rosa miró la tarjeta y los ojos se le iluminaron. Sin pensarlo, sonrió ampliamente.
- “¡Qué hermoso! ¡Muchas gracias chicos! ”
Pero eso no era todo. Lucas tomó la delantera y le entregó el primer mapa de la búsqueda del tesoro que habían preparado.
- “El primer índice dice: ‘Donde los libros sueñan de noche, allí encontrará su primer aliado’.”
- “¿Libros? ¡Vamos a la biblioteca! ” – exclamó Rosa, dejando que su espíritu juguetón saliera.
A medida que avanzaban por la clase, las pistas llevaban a la maestra de un lugar a otro. Cada vez que resolvían una pista, los niños vitoreaban.
- “¡Sí! ” – gritó Mateo al encontrar el primer tesoro, una pequeña caja con caramelos.
- “¡Esto es tan divertido! ” – dijo Ana, mientras se reía junto con sus amigos.
La búsqueda continuó y cada hallazgo traía consigo risas y golosinas, pero también una lección. En cada estación, había una nueva nota que enseñaba algo valioso.
- “La amistad es el tesoro más grande” – leyeron en una de las pistas.
- “Nunca dejes de sonreír, porque siempre hay algo bueno por venir” – decía otra.
Finalmente, llegaron a la última pista, que los llevó a un regalo escondido en el rincón favorito de la maestra, donde siempre guardaba sus cosas más preciadas.
Allí, encontraron un cuaderno brillante lleno de dibujos hechos por sus alumnos.
- “¡Es un álbum de momentos especiales que hemos compartido! ¡Para recordar que somos una gran familia! ” – dijo Valentina.
- “Les agradezco muchísimo, chicos. Ustedes han cambiado mi día por completo” – dijo la maestra, tratando de contener las lágrimas de felicidad.
Ese día, la maestra Rosa aprendió que un simple gesto de cariño y una dosis de creatividad podrían convertir un día gris en uno lleno de luz. Y que la risa de sus alumnos era el mejor de los tesoros.
Y así, en el aula de la Escuelita de la Alegría, Rosa y sus alumnos descubrieron que, juntos, podrían crear magia incluso en los días que no empezaban de la mejor manera.
FIN.