El Planeta que Susurraba



Érase una vez, en un pequeño rincón del universo, un planeta llamado Ecotierra. Este lugar era especial, no solo por sus ríos azules y montañas verdes, sino porque Ecotierra era un sistema viviente que respiraba, sentía y hablaba. En este planeta vivía una comunidad de seres mágicos llamados los Ecoamigos: Valentina, la mariposa, Lucho, el zorrito, y Nala, la tortuga.

Un día, mientras volaban sobre el bosque, Valentina notó que los árboles parecían tristes.

"¿Qué pasará con nuestros árboles?" - preguntó Valentina, posándose en una hoja con su hermoso colorido.

"No lo sé, pero creo que deberíamos averiguarlo," - respondió Lucho, moviendo su cola inquieto.

Nala, que siempre tomaba su tiempo para pensar, sugirió:

"Tal vez el Planeta nos esté llamando. ¡Escuchemos!"

Los Ecoamigos se pusieron en posición y se concentraron. Escucharon un susurro suave que parecía venir de la tierra misma.

"¡Ayúdenme! ¡Mi aire se siente pesado y mis ríos, sucios!" - decía el planeta, preocupado por la contaminación y la poca atención que los seres vivos estaban prestando al medio ambiente.

Valentina, preocupada, exclamó:

"¡Sí! Vi a muchos seres tirar basura al río. No pueden ver que eso duele a Ecotierra."

"¡Tenemos que hacer algo!" - dijo Lucho con determinación.

"Pero, ¿qué podemos hacer?" - preguntó Nala, sabiendo que no eran muchos en comparación a todos los habitantes de Ecotierra.

Después de pensar un rato, Valentina tuvo una idea.

"¡Hagamos un gran festival para enseñar a todos sobre el planeta y la importancia de cuidarlo!"

"¡Genial!" - coincidió Lucho.

"¡Sí! Podemos invitar a todos los seres del bosque y armarlos con conocimiento para que puedan hacer cambios en sus hábitos!" - añadió Nala.

Así, los Ecoamigos se pusieron a trabajar. Hicieron carteles coloridos con mensajes sobre la importancia de cuidar la naturaleza, organizaron juegos para los más pequeños y prepararon charlas sobre cómo reducir la basura. Días después, el gran día finalmente llegó. Todo Ecotierra se llenó de risas y aprendizaje.

Durante el festival, un sabio búho llamado Don Sabiduría se acercó a hablar.

"Queridos amigos, cuántas alegrías veo en sus rostros. Pero recuerden, un solo día de fiesta no basta. Debemos serGuardianes de la Naturaleza todos los días."

"¡Claro, Don Sabiduría!" - respondieron al unísono los Ecoamigos.

Cuando llegó la tarde, Valentina hizo un llamado.

"¡Queridos animales, plantas y criaturas del aire! Ahora, no solo celebremos nuestro planeta, hagamos un compromiso juntos para cuidarlo!"

"Sí!" - gritaron todos emocionados.

"Prometamos no tirar basura, cuidar el agua y proteger nuestros árboles. ¡Haremos de Ecotierra un lugar más feliz!"

Luego de la fiesta, los Ecoamigos empezaron a notar un cambio en su entorno. Los animales comenzaron a recoger la basura, las flores florecían más y las aguas del río comenzaron a verse más claras. Y, cada vez que pasaban cerca de un árbol, podían oír su susurro agradecido:

"Gracias, pequeños Ecoamigos, por traer la esperanza a mi hogar."

Sin embargo, un día, mientras exploraban el bosque, encontraron un gran contenedor lleno de plásticos y desechos que alguien había dejado.

"¡Oh no!" - exclamó Lucho.

"¿Qué haremos ahora?" - preguntó Valentina, asustada.

"¡No podemos quedarnos de brazos cruzados!" - dijo Nala, firme.

Decidieron que era hora de actuar de nuevo. Juntos, empezaron a recolectar la basura y a hablar con otros animales sobre la importancia de no dejar desechos en el bosque. Lucho se subió a un tronco y gritó:

"¡Atención, amigos del bosque! ¡Necesitamos su ayuda!"

Los animales se acercaron, todos querían ayudar. Así, organizando un nuevo gran evento, Ecoamigos unieron a todos por una causa más grande: la protección del medio ambiente.

Tejiendo redes entre sí, los Ecoamigos recordaron el poder del trabajo en equipo. Pero lo más importante, aprendieron que cuidar de Ecotierra es una tarea diaria que no termina y que cada uno de ellos podía hacer una diferencia.

Con el tiempo, Ecotierra se convirtió en un lugar aún más hermoso y saludable. Y cada vez que el viento soplaba suavemente, podían oír al planeta susurrar agradecido:

"Gracias, Ecoamigos. Juntos, somos el cambio. Juntos, cuidamos de la vida".

Y así, los Ecoamigos y el planeta vivieron felices, creciendo en armonía, cuidando juntos de su hogar y enseñando a otros lo que significa ser Guardianes de la Naturaleza.

FIN.

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