El Pobrecito del Erizo y el Gran Incendio



En un bosque lleno de vida, donde los árboles susurraban historias y los animales compartían risas, vivía un pequeño erizo llamado Ezequiel. Él era conocido como "el pobrecito del erizo" porque siempre parecía tener problemas. Pero, a pesar de todos los contratiempos, Ezequiel tenía un corazón valiente.

Un día soleado, mientras Ezequiel paseaba por el bosque, de pronto se sintió un olor extraño. "¿Qué será eso?"- murmuró, moviendo su naricita de un lado a otro. Sin embargo, no le dio demasiada importancia y siguió caminando.

De repente, un conejo llamado Rocco apareció corriendo, muy asustado. "¡Ezequiel, Ezequiel! ¡El bosque está en llamas!"- gritó, con los ojos abiertos como platos. Ezequiel se sorprendió y miró hacia el horizonte, donde grandes columnas de humo se elevaban al cielo.

"¿Llamas? ¿En el bosque? ¡Pero este es nuestro hogar!"- exclamó Ezequiel, sintiendo que su pequeño corazón latía con fuerza. "¿Qué vamos a hacer?"-

Rocco, temblando de miedo, respondió: "¡Debemos escapar! ¡Rápido!"-

Ezequiel empezó a correr, pero sus patitas cortas no eran suficientes para seguir el ritmo de Rocco. Con cada paso, se sentía más asustado y eso lo hacía ralentizarse aún más. "¡Vamos, Ezequiel! ¡Apúrate!"- gritó Rocco mientras saltaba con agilidad entre la maleza.

Entonces, Ezequiel, intentando no perder la fe, decidió tomar un respiro profundo y pensar. "Si no puedo correr rápido, ¿qué puedo hacer para salir de aquí?"- permitió que su pequeño cerebro pensara. De forma mágica, recordó que tenía un amigo muy especial: una tortuga llamada Toribia, la más lenta del bosque, pero también la más sabia.

"¡Rocco, vamos a buscar a Toribia! ¡Ella siempre sabe qué hacer!"- dijo Ezequiel con entusiasmo. Rocco, aunque todavía asustado, asintió y juntos se dirigieron hacia el hogar de su amiga.

Al llegar, encontraron a Toribia sentada tranquilamente. "Toribia, Toribia, el bosque está ardiendo. ¡Necesitamos tu ayuda!"-

Toribia, sin dejar de comer su lechuga, levantó la mirada y contestó con calma: "Queridos amigos, lo primero es mantenerse tranquilos. Si nos dejamos llevar por el miedo, no podremos pensar en una solución. Necesitamos encontrar un lugar seguro."-

Ezequiel, aún con el corazón acelerado, se sentó junto a Toribia. "Pero, Toribia, ¿cómo lo hacemos?"- preguntó con voz temblorosa.

La tortuga sonrió y les dijo: "A veces, hay que ser astutos. Conozco una forma de escapar del fuego. Si cruzamos el río y seguimos el sendero por el arroyo, llegaremos a un lugar seguro lejos del fuego. ¿Quieren intentarlo?"-

Los dos amigos miraron hacia el río que, aunque no era amplio, tenía una corriente algo fuerte. "¿Y si no podemos cruzar?"- preguntó Rocco, dudando.

"Con confianza y trabajo en equipo, ¡podemos hacerlo!"- respondió Ezequiel con determinación. "Recuerda que siempre hay una solución, aunque parezca difícil."-

Empezaron a avanzar hacia el río. Al llegar, comenzaron a pensar en cómo cruzar. Toribia sugirió usar una hoja grande como balsa. "Con tres, seremos más fuertes si remamos juntos. ¡Vamos a intentarlo!"- Y así, los tres animales trabajaron en equipo para hacer su balsa improvisada.

Cuando lograron cruzar, el camino por el arroyo se sintió más seguro. Ezequiel, Rocco y Toribia comenzaron a contar historias divertidas para mantenerse animados en el camino. "¿Recuerdan la vez que Ezequiel se quedó atrapado entre los espinos?"- rió Rocco.

Ezequiel, sonrojado por la anécdota, se unió a las risas. "¡Y Toribia tardó un día en llegar!"-

Con cada risa, el miedo se disipaba un poco más. Finalmente, llegaron a una colina alta que ofería una vista del bosque en llamas desde una distancia segura.

Ezequiel, al mirar el paisaje ardiente, sintió una mezcla de tristeza y alivio. "Es triste ver así nuestro hogar, pero me alegra que estemos a salvo y juntos"- dijo, sintiéndose orgulloso.

Toribia, viendo la valentía de sus amigos, agregó: "¡Han hecho un gran trabajo! Recuerden, a veces la vida nos presenta dificultades, pero siempre podemos encontrar una solución si trabajamos juntos"-.

Desde ese día, el pequeño erizo ya no era conocido como "el pobrecito". Ahora, Ezequiel era un héroe, y con sus amigos aprendieron que el coraje y la amistad pueden superar hasta los mayores desafíos. Y así, el pueblo de animales se unió para reconstruir su hogar, contando también con la astucia de Ezequiel, Rocco y Toribia.

Y así, en el bosque lleno de vida, la esperanza renació entre los árboles y las risas volvieron a resonar por todo el lugar, creando nuevas historias que contar, donde cada pequeño desafío se convertía en una oportunidad para aprender y crecer, juntos como siempre.

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FIN.

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