El Poder de la Amabilidad



Había una vez en una escuela de un pequeño pueblo, un grupo de niños muy diferentes entre sí. Había niños altos y bajitos, gorditos y delgados, con anteojos y sin ellos.

Pero a pesar de sus diferencias físicas, lo que más los distinguía era su forma de comportarse. En el salón de clases siempre se escuchaban gritos, peleas y burlas. Los niños no se respetaban entre sí y esto hacía que las clases fueran difíciles para todos.

La maestra, la señorita Ana, estaba preocupada porque veía cómo el ambiente negativo afectaba el aprendizaje y la felicidad de sus alumnos. Un día, la señorita Ana decidió hacer algo diferente.

Llevó a sus alumnos al patio trasero de la escuela donde había un árbol enorme y frondoso. El árbol tenía muchas ramas llenas de hojas verdes brillantes que bailaban al compás del viento.

"Niños", dijo la señorita Ana con voz amable pero firme, "hoy vamos a aprender sobre el respeto". Los niños se miraron unos a otros confundidos. No entendían qué tenía que ver ese árbol con el respeto.

La señorita Ana les explicó que cada uno iba a tomar una hoja del árbol y escribir en ella algo positivo sobre algún compañero o compañera.

Los niños comenzaron a tomar las hojas mientras murmuraban entre ellos:"¿Qué voy a escribir? ¿Y si no encuentro nada bueno?"Pero poco a poco fueron encontrando cosas hermosas para decir sobre los demás:"Pedrito es muy bueno compartiendo sus juguetes. ""María siempre ayuda a los demás cuando están tristes. ""Juan es muy inteligente y me enseña cosas nuevas.

"Cuando terminaron de escribir, la señorita Ana les pidió que pegaran las hojas en el árbol. Pronto, el árbol se llenó de palabras bonitas y coloridas. La señorita Ana les explicó que ese era un árbol mágico del respeto.

Cada vez que alguien mostraba respeto hacia otro compañero, una hoja nueva crecía en el árbol. Los niños quedaron maravillados al ver cómo sus acciones positivas se reflejaban en el árbol. A partir de ese día, algo cambió en la clase. Los niños comenzaron a tratarse con más amabilidad y respeto.

Ya no había gritos ni burlas, sino palabras amigables y sonrisas sinceras. El ambiente en el salón de clases mejoró tanto que los niños empezaron a disfrutar más las clases y a ayudarse unos a otros para aprender juntos.

Pasaron los meses y el árbol seguía creciendo con nuevas hojas cada vez que los niños mostraban respeto entre sí. El mensaje estaba claro: el respeto podía hacer crecer cosas hermosas.

Cuando llegó el último día de clases, la señorita Ana llevó nuevamente a sus alumnos al patio trasero. El árbol del respeto estaba tan grande y frondoso como nunca antes lo habían visto.

La maestra les dijo:"Niños, estoy orgullosa de ustedes por todo lo que han aprendido este año. Han demostrado cuán importante es ser respetuosos con los demás". Los niños se miraron y sonrieron. Sabían que habían logrado algo grande juntos.

"Ahora, quiero que cada uno de ustedes tome una hoja del árbol como recuerdo de todo lo que hemos aprendido", dijo la señorita Ana. Los niños tomaron las hojas y se despidieron con abrazos y lágrimas de felicidad en los ojos.

A partir de ese día, el árbol del respeto siguió creciendo en la escuela, recordándoles a todos la importancia de tratarse con amabilidad y respeto.

Y así, gracias a un simple árbol mágico, aquel grupo de compañeros de clases aprendió una valiosa lección sobre el poder del respeto y cómo puede transformar no solo sus vidas sino también su entorno.

FIN.

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