El poder de la amabilidad y el cambio


Había una vez una niña llamada Ágatha, que siempre se metía en problemas. No importaba dónde estuviera o con quién estuviera, siempre encontraba la manera de actuar mal.

A veces empujaba a sus amigos en el parque, otras veces tomaba cosas sin permiso y algunas veces incluso decía palabras groseras. Los padres de Ágatha estaban muy preocupados por su comportamiento y no sabían qué hacer.

Intentaron hablar con ella, castigarla e incluso premiarla cuando se portaba bien, pero nada parecía funcionar. Ágatha simplemente no entendía la importancia de ser amable y respetuosa con los demás.

Un día, mientras jugaba en el parque, Ágatha empujó a su amiga Sofía tan fuerte que esta cayó al suelo y se lastimó la rodilla. Sofía estaba llorando y Ágatha sintió un profundo remordimiento por lo que había hecho. Se acercó a Sofía y le dijo: "Lo siento mucho, Sofía. No quería hacerte daño".

Sofía miró a Ágatha con lágrimas en los ojos y le respondió: "Ágatha, ya estoy cansada de tus disculpas vacías. Siempre haces cosas malas sin pensar en cómo afectan a los demás". Ágatha quedó sorprendida por las palabras de Sofía.

Nunca antes alguien le había dicho algo tan directo sobre su comportamiento. Comenzó a reflexionar sobre sus acciones y se dio cuenta de que pedir perdón después de hacer algo mal no era suficiente.

Decidida a cambiar su actitud negativa, Ágatha fue a hablar con sus padres. Les contó lo sucedido con Sofía y les dijo que quería ser una niña mejor.

Sus padres la escucharon atentamente y le dijeron: "Ágatha, estamos orgullosos de que hayas reconocido tus errores. Ahora debes demostrarlo con acciones". A partir de ese día, Ágatha se esforzó por ser amable y respetuosa en todo momento. Aprendió a pensar antes de actuar y considerar cómo sus acciones afectaban a los demás.

Se disculpaba solo cuando realmente sentía remordimiento y trataba de hacer las paces con aquellos a quienes había lastimado. Poco a poco, Ágatha comenzó a notar cambios positivos en su vida.

Sus amigos empezaron a confiar en ella nuevamente y se dieron cuenta de que podían contar con ella. Incluso los adultos notaron su nueva actitud y elogiaron su esfuerzo por mejorar.

Con el tiempo, Ágatha se convirtió en un ejemplo para otros niños que también tenían dificultades para controlar su comportamiento. Les enseñaba la importancia de pensar antes de actuar, ser conscientes de cómo nuestras acciones afectan a los demás y pedir perdón solo cuando realmente lo sentimos.

Ágatha aprendió una valiosa lección: no basta con pedir perdón después de hacer algo malo; lo importante es cambiar nuestro comportamiento para evitar lastimar a los demás en primer lugar. Y así, Ágatha creció como una persona amable, respetuosa y comprensiva hacia los demás.

Aprendió que el verdadero arrepentimiento viene acompañado del deseo de cambiar y hacer las cosas bien. Y esa fue la historia de cómo Ágatha dejó de ser una niña que solo pedía perdón para convertirse en una persona mejor.

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