El Poder de la Amistad



Había una vez un niño llamado Lucas, un pibe normal a primera vista, pero con un gran talento para las bromas. A Lucas le encantaba hacer reír a los demás, aunque a menudo sus bromas se convirtieron en algo más que simples trucos. Una vez, escondió la mochila de su amigo Tomi y lo dejó buscando como loco. Otras veces, ponía algún insecto en el pupitre de su hermana, Valentina, para ver su reacción.

Un día, después de hacer una broma especialmente pesada, sus amigos y hermanos se enojaron mucho con él.

"¡Lucas, ya basta! No es gracioso en absoluto!" le gritaron sus amigos, cruzándose de brazos.

"Pero sólo quería hacerlos reír..." respondió Lucas, confundido.

Esa noche, mientras Lucas se sentía triste por haber perdido la confianza de sus amigos, apareció un fenómeno sorprendente: una misteriosa tormenta con relámpagos iluminaba el cielo. En medio de los truenos, una figura con una capa brillante apareció en su jardín. Era una hechicera llamada Doña Taíra.

"Lucas, has llamado mi atención con tus malas bromas. Voy a hacer que comprendas el verdadero valor de la amistad. ¡Prepárate!" dijo con voz firme.

Sin saber qué esperar, Lucas asintió con la cabeza. Doña Taíra levantó su varita y, en un abrir y cerrar de ojos, Lucas se encontró en un bosque mágico.

"¿Dónde estoy?" preguntó asombrado.

"Estás en el Bosque de las Consecuencias. Te daré la oportunidad de aprender, pero tendrás que superar tres pruebas. Si no lo lográs, sentirás lo que es perder la amistad."

Lucas sintió un escalofrío. La primera prueba consistía en ayudar a un grupo de animales que habían quedado atrapados por una tormenta. Sin pensarlo, corrió a ayudarles, pero al intentar liberarlos, hizo un desliz y los asustó aún más.

"Oh no, ¡qué mal lo hice!" lamentó Lucas.

Después, Doña Taíra le dijo:

"La amistad requiere empatía, Lucas. Debés ponerte en el lugar del otro para entender sus sentimientos."

La segunda prueba le exigió corregir un error. Debía encontrar la forma de ayudar a una tortuga que había perdido su camino hacia el lago. Después de pensarlo, decidió construirle un camino con ramas. Al final, ¡la tortuga lo siguió hasta el agua!"¡Lo logré!" exclamó Lucas, sintiendo una gran satisfacción.

Finalmente, la última prueba requería que ayudara a un pájaro a encontrar su nido. Al intentarlo, se dio cuenta de que los pájaros no podían volar si estaban asustados. Entonces, decidió hablarles suavemente y guiarlos con cuidado.

"Tenés que ser paciente y respetar a los demás. ¡Ya casi llegamos!" les decía mientras volaban juntos.

Con cada prueba superada, Lucas sentía que algo cambiaba dentro suyo. La hechicera apareció nuevamente.

"Has aprendido que las bromas deben ser divertidas, pero nunca a costa de los sentimientos de los demás. ¿Qué harás ahora?"

Lucas se sintió más sabio y respondió:

"Voy a disculparme con mis amigos. Quiero hacerlos reír de verdad, pero sin lastimarlos."

Así, la hechicera lo regresó a su hogar. Lucas, con el corazón más ligero, buscó a sus amigos y hermanos.

"Chicos, estoy muy arrepentido por lo que hice. Quiero que juguemos juntos y se me ocurren un montón de bromas que no los lastimen."

Todos se miraron sorprendidos.

"¿De verdad?" preguntó Valentina, aún un poco wary.

"Sí, les prometo que haré cosas divertidas, pero que no sean pesadas. La amistad es lo más importante," dijo Lucas, sonriendo sinceramente.

Desde ese día, Lucas se convirtió en el “rey de las buenas bromas”, creando momentos de risa sin causar tristeza. Y así, Lucas no solo recuperó la confianza de sus amigos y hermanos, sino que también aprendió una gran lección sobre el valor de la amistad y el respeto. Y, como no podía faltar, los sesenta relámpagos de aquella tormenta se convirtieron en una historia que todos recordarían para siempre.

FIN.

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