El poder de la amistad



Una mañana soleada en el aula, Gatito, Conejo y Lobito estaban muy emocionados. Era el día en que todos los niños debían presentar sus dibujos y escritos sobre sus animales favoritos. Gatito había elegido dibujar un hermoso pez dorado, Conejo había optado por un colorido arcoíris y Lobito, que siempre se esforzaba, intentaba dibujar un lobo con una gran luna detrás.

Sin embargo, cuando Lobito comenzó a escribir su cuento, las palabras simplemente no salían como él quería. Las letras se movían por la hoja, y cada línea que trataba de dibujar se convertía en un garabato.

"¡Ay, no puedo hacer esto!"- exclamó Lobito con tristeza.

"No te preocupes, Lobito, todos tenemos días difíciles. Te ayudaremos a mejorar en esto"- le dijo Gatito, mientras le acariciaba la cabeza.

"Sí, es normal tener problemas a veces. ¡No te rindas!"- añadió Conejo con esperanza.

Pero no todos en la clase pensaban así. Algunos niños comenzaron a reírse de Lobito.

"Mirá cómo escribe Lobito, parece un garabato de perro en vez de un cuento"- se burló un niño llamado Rufi.

"Sí, parece que no sabe ni dibujar bien"- se rió Lila, otra compañera de clase.

Lobito sintió que su corazón se hundía; sus patas temblaban y su cola se metió entre sus piernas.

"¡Déjenlo en paz!"- gritó Gatito, furioso por la situación.

"Sí, ¿por qué no pueden ser más amables? Todos tenemos diferentes talentos"- agregó Conejo.

A medida que las risas de los otros niños resonaban en el aire, Lobito se sintió aún más desanimado. Pero Gatito y Conejo sabían que era momento de actuar. Se acercaron a la maestra, la Sra. Luna, quien siempre escuchaba sus preocupaciones.

"Sra. Luna, Lobito está teniendo problemas con su dibujo y le están haciendo bullying por eso. Necesitamos su ayuda"- le dijeron.

La Sra. Luna se acercó a Lobito, quien intentaba contener las lágrimas.

"Lobito, querido, todos aprendemos a ritmos diferentes. ¿Te gustaría que trabajemos juntos un poco?"- le preguntó la maestra.

"Realmente me gustaría, pero no sé si voy a poder"- respondió con voz entrecortada.

"¿Sabes qué?"- continuó la Sra. Luna con una sonrisa. "Voy a enseñarte algunos trucos para ayudarte con el dibujo y la escritura. También podemos pedir ayuda a otros compañeros si te parece bien"-

Lobito miró a sus amigos, quienes le sonrieron con ánimo.

"¡Sí! Eso suena genial"- respondió con un leve brillo en sus ojos.

La Sra. Luna llevó a Lobito a una esquina del aula donde los niños pudieron observar cómo ella le enseñaba sobre formas, letras y cómo organizar sus ideas. Pronto, algunos compañeros que antes se habían burlado comenzaron a acercarse.

"Lobito, ¿puedo intentar ayudarte?"- le preguntó Rufi tímidamente.

"Yo también puedo ayudarte a dibujar"- añadió Lila, ahora sintiéndose un poco avergonzada por lo que había dicho antes.

Lobito sonrió, todavía un poco inseguro.

"Claro, gracias"- respondió tímidamente.

Bajo la guía de la Sra. Luna, Lobito empezó a entender que cada trazo contaba una historia y cada palabra era un paso hacia su creatividad.

Con el tiempo, el dibujo de Lobito se fue transformando.

"Mirá, ahora parece un verdadero lobo"- dijo Gatito, celebrando cada pequeño avance de su amigo.

Y así, casi en un abrir y cerrar de ojos, Lobito – rodeado de sus nuevos amigos, incluyendo a aquellos que al principio se habían burlado – logró presentar su cuento y su dibujo.

"Aquí está mi lobo con la luna, ¡gracias a todos por ayudarme!"- exclamó emocionado al final de la jornada.

"¡Un aplauso para Lobito!"- gritó Conejo con alegría.

La clase estalló en aplausos y Lobito, lleno de confianza, se sintió finalmente parte de su grupo. Desde ese día, decidió nunca rendirse, porque tenía amigos que siempre estarían listos para ayudarlo.

La Sra. Luna sonreía, contenta de ver cómo, al trabajar juntos, todos aprendieron no solo sobre el arte de escribir y dibujar, sino también sobre la importancia de la amistad y la empatía.

Y así, en esa aula, Lobito, Gatito y Conejo aprendieron que cada uno tiene su propia manera de brillar, y que nunca hay que dejar de intentarlo, porque la amistad siempre vale la pena.

FIN.

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