El poder de la amistad


Hugo era un niño muy curioso y siempre estaba lleno de energía. Le encantaba ir al colegio todos los días para aprender cosas nuevas y jugar con sus amigos en el recreo.

Su juego favorito era el pilla pilla y el escondite, ¡y siempre se divertía muchísimo! Un día, durante la hora del recreo, Hugo propuso a sus amigos jugar una partida de pilla pilla.

Todos estuvieron de acuerdo y comenzaron a correr por todo el patio del colegio. Hugo era muy rápido y lograba atrapar a todos sus compañeros en poco tiempo. Sin embargo, había un nuevo niño en la clase llamado Martín que no conocía las reglas del juego.

Martín se sentía triste porque nadie quería jugar con él. Pero Hugo, al verlo solo, decidió acercarse y explicarle cómo se jugaba. "¡Hola Martín! ¿Quieres jugar con nosotros?" -preguntó Hugo amablemente.

Martín miró a Hugo con timidez y respondió: "No sé cómo se juega". Hugo sonrió y le dijo: "No te preocupes, te enseñaré". Y así fue como Hugo le explicó paso a paso las reglas del pilla pilla.

Jugaron varias rondas juntos, pero esta vez Hugo no corría tan rápido como antes. Quería darle oportunidad a Martín de atraparlo también. Así que cada vez que Martín se acercaba, Hugo lo dejaba tocarlo suavemente para que sintiera la emoción de atraparlo.

Con el pasar de los días, Martín comenzó a sentirse más seguro y confiado gracias a la amabilidad de Hugo. Ya no tenía miedo de jugar con los demás niños y se divertía muchísimo. Hugo estaba feliz de ver a su nuevo amigo tan contento.

Un día, durante el juego del escondite, Martín sugirió que podrían hacer una variante del juego en la que todos tuvieran que buscar al mismo tiempo. Hugo y sus amigos aceptaron emocionados la propuesta.

El patio del colegio se convirtió en un lugar lleno de risas y diversión mientras todos corrían y buscaban los mejores escondites. Hugo era muy bueno encontrando a sus amigos, pero esta vez Martín sorprendió a todos al encontrarlos más rápido.

"¡Increíble Martín! ¡Eres un experto en el escondite!" -exclamó Hugo asombrado. Martín sonrió orgulloso y respondió: "Gracias a ti, Hugo. Me enseñaste cómo jugar y ahora puedo divertirme igual que ustedes".

Desde ese día, Hugo y Martín se convirtieron en grandes amigos inseparables. Juntos aprendieron muchas cosas nuevas y siempre estaban dispuestos a ayudarse mutuamente. El pilla pilla y el escondite seguían siendo sus juegos favoritos, pero ahora también disfrutaban de otras actividades divertidas en el colegio.

Hugo entendió que no solo era importante ganar o ser el mejor en los juegos, sino también compartir su alegría con los demás y ayudar a quienes lo necesitaban.

Aprendió que la amabilidad puede cambiar la vida de alguien e incluso crear amistades duraderas. Y así fue como Hugo demostró que ser un niño curioso, juguetón y amable puede marcar la diferencia en la vida de otros niños.

Todos querían jugar con él porque sabían que siempre habría diversión y amistad en cada juego.

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