El poder de la amistad
Había una vez una escuela muy especial, donde todos los alumnos eran animales. Había conejos, osos, leones y hasta pingüinos. Todos pasaban sus días aprendiendo y jugando juntos.
Un día soleado, Benito el puercoespín llegó al colegio con muchas ganas de hacer nuevos amigos. Sin embargo, cuando se acercaba a los demás animales, ellos se alejaban rápidamente porque sus púas les hacían daño. Benito se sentía muy triste al ver que nadie quería ser su amigo.
Se preguntaba por qué tenía que ser diferente y sentirse excluido. Pero no iba a rendirse tan fácilmente. Lola la loba era una de las alumnas más amables de la escuela.
Ella notó cómo Benito estaba siendo rechazado y decidió ayudarlo. Se acercó a él con una sonrisa amigable y le dijo:"Hola Benito, veo que estás buscando amigos ¿verdad?"Benito asintió tímidamente mientras miraba hacia abajo. "No te preocupes", continuó Lola, "Tengo una idea para solucionar esto".
Lola llevó a Benito detrás del edificio escolar donde había un hermoso jardín lleno de flores coloridas. "Mira estas flores", dijo Lola señalando unas margaritas blancas y amarillas. "Voy a enseñarte algo especial sobre ellas".
Lola tomó una margarita en su pata y comenzó a deshojarla lentamente mientras explicaba:"Cada uno de estos pétalos representa un acto amable o palabras dulces que puedes darle a alguien.
Si das suficientes pétalos a alguien, verás cómo las púas se vuelven menos importantes". Benito estaba emocionado por aprender algo nuevo y decidió probarlo. Junto a Lola, comenzaron a deshojar margaritas y repartir los pétalos entre los demás animales de la escuela.
Al principio, algunos de ellos todavía tenían miedo de acercarse demasiado a Benito, pero poco a poco, con cada acto amable que recibían, comenzaron a darse cuenta de que no importaba tanto sus púas. "¡Mira! ¡Benito está siendo muy amable con nosotros!", exclamó uno de los conejos.
"Sí, ahora veo que su apariencia no es tan importante como su corazón", agregó un león. Pronto, todos los animales quisieron ser amigos de Benito.
Jugaban juntos en el patio del colegio y compartían risas y aventuras sin preocuparse por las púas. La escuela se convirtió en un lugar lleno de amor y comprensión gracias a la valentía y bondad de Benito.
Él demostró que incluso cuando nos sentimos diferentes o excluidos, podemos encontrar una manera de hacer amigos si somos amables y generosos con los demás. Y así fue como Benito el puercoespín encontró su lugar en la escuela llena de animales maravillosos.
Juntos aprendieron lecciones importantes sobre aceptación, amistad y cómo nuestras acciones pueden cambiar la forma en que nos ven los demás. Desde aquel día, todos en la escuela valoraron las diferencias entre ellos porque sabían que lo más importante era lo que llevábamos en el corazón y cómo tratábamos a los demás.
Y así, la escuela de animales se convirtió en un lugar donde todos eran bienvenidos y nadie se sentía excluido.
FIN.