El poder de la amistad



Había una vez en un pequeño pueblo, tres amigos llamados Juancito, Martincito y Carlitos. Los tres eran inseparables y les encantaba jugar juntos todos los días después de la escuela.

Un día, mientras jugaban a la pelota en el parque, Martincito accidentalmente pateó la pelota tan fuerte que golpeó sin querer a Juancito en la cara. Juancito sintió mucho dolor y se enfureció al instante. Comenzó a gritar y a decirle cosas feas a Martincito.

- ¡Martincito, eres un torpe! ¡No sabes jugar! Martincito se disculpó rápidamente, pero Juancito estaba demasiado enojado para escucharlo. Carlitos, viendo la situación, decidió intervenir. - ¡Hey chicos! Tranquilízense.

Sé que Juancito está herido y enojado, pero no es culpa de Martincito. Fue un accidente. Juancito seguía furioso e ignoraba las palabras de Carlitos. En ese momento apareció Don Antonio, el anciano sabio del pueblo que siempre tenía consejos útiles para los niños.

- ¿Qué sucede aquí chicos? Veo mucha ira en tu rostro, Juancito -dijo Don Antonio con calma. Juancito le contó lo que pasó y cómo se sentía herido y enojado por el accidente.

Don Antonio asintió con comprensión y luego les dijo:- La ira es una emoción natural que todos experimentamos en algún momento. Pero es importante aprender a manejarla de manera adecuada para no lastimar a quienes nos rodean involuntariamente.

Don Antonio les enseñó a los niños algunas técnicas simples para controlar su ira cuando se sentían frustrados o heridos. Les habló sobre respirar profundamente, contar hasta diez antes de reaccionar y tratar de ver las situaciones desde diferentes perspectivas.

Los niños prestaron atención con interés y decidieron probar las técnicas aprendidas. Cuando volvieron al parque al día siguiente, estaban listos para enfrentarse a cualquier situación desafiante que pudiera surgir. Esa tarde, mientras jugaban nuevamente a la pelota, Martincito volvió a patearla accidentalmente hacia Juancito.

Esta vez, Juancito recordó lo que Don Antonio les había enseñado y tomó una profunda respiración antes de responder. - Lo siento Martincito -dijo con calma-. Sé que fue un accidente. Martincito sonrió aliviado al ver la reacción positiva de su amigo.

Los tres continuaron jugando juntos como si nada hubiera pasado, demostrando que podían manejar sus emociones de manera saludable y mantener su amistad intacta.

Desde ese día en adelante, Juancitio siguió practicando las técnicas aprendidas junto con sus amigos cada vez que sentía ira o frustración. Y juntos descubrieron que el verdadero poder no estaba en dejar salir la ira descontrolada, sino en saber canalizarla de forma positiva para resolver conflictos y fortalecer sus relaciones.

FIN.

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