El poder de la calma


Había una vez un niño llamado Luis, que se destacaba por ser muy inteligente. Tenía una mente brillante y siempre estaba lleno de ideas creativas. Sin embargo, tenía un problema: su impulsividad.

Luis era conocido en su escuela por perder los estribos fácilmente. Cuando algo no salía como él quería o cuando alguien le decía algo que no le gustaba, explotaba de ira y hacía cosas de las que luego se arrepentía.

Sus amigos y maestros trataban de ayudarlo, pero parecía imposible controlar esa furia que lo dominaba. Un día, mientras caminaba por el parque, Luis encontró a un anciano sentado en un banco.

El hombre lucía sabio y tranquilo, así que Luis decidió acercarse a hablar con él. "Hola señor ¿Cómo está?"- saludó el niño. El anciano sonrió amablemente y respondió: "Hola joven, estoy bien gracias ¿Y tú?""Estoy bien también"- dijo Luis "Pero tengo un problema...

soy muy impulsivo y pierdo la calma rápidamente". El anciano asintió comprensivamente y dijo: "Entiendo cómo te sientes. Yo también solía tener problemas para controlar mi ira cuando era joven". Luis se sorprendió al escuchar eso.

Si aquel hombre tan sabio había tenido problemas similares a los suyos, tal vez podría enseñarle cómo controlarse. "¿De verdad? ¿Cómo logró superarlo?"- preguntó Luis con curiosidad. El anciano le explicó: "Aprendí a respirar profundamente antes de reaccionar ante cualquier situación que me molestara.

También practiqué la paciencia y la empatía, tratando de ponerme en el lugar del otro antes de juzgar". Luis escuchaba atentamente cada palabra y pensó que eso podría funcionar para él. "Gracias por los consejos, señor.

Voy a intentarlo"- dijo decidido. A partir de ese día, Luis se propuso controlar su ira. Cada vez que sentía que la furia comenzaba a apoderarse de él, cerraba los ojos y respiraba profundamente.

Luego, pensaba en cómo se sentiría la otra persona si él reaccionara con ira. Al principio fue difícil, pero poco a poco Luis notó cambios en su actitud. Ya no explotaba tan fácilmente y lograba mantener la calma en situaciones que antes lo habrían enfurecido.

Sus amigos y maestros también notaron el cambio y le felicitaron por sus avances. Luis estaba orgulloso de sí mismo por haber aprendido a controlar su impulsividad.

Con el tiempo, Luis se convirtió en un ejemplo para otros niños que tenían problemas similares. Les enseñó técnicas para manejar su ira y les recordó lo importante que era pensar antes de actuar.

Cuando creció, Luis decidió convertirse en psicólogo infantil para ayudar a más niños como él a superar sus dificultades emocionales. Su historia inspiradora demostró que con determinación y paciencia, cualquier obstáculo puede ser superado. Y así fue como Luis logró llegar muy lejos gracias al poder de controlar su ira e impulsividad.

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