El poder de la conexión divina
Ana era una niña muy curiosa y soñadora. Desde pequeña, siempre había sentido una gran fascinación por el cielo y las estrellas. Pero lo que más le llamaba la atención era la idea de poder comunicarse con Dios.
Un día, mientras jugaba en el parque, Ana se encontró con un anciano muy amable que estaba sentado en un banco.
El hombre parecía tener mucha sabiduría y Ana decidió acercarse a él para preguntarle si era posible hablar con Dios. - Disculpe señor, ¿usted cree que se puede hablar con Dios? -preguntó Ana tímidamente. El anciano sonrió dulcemente y respondió:- Claro que sí, mi querida niña.
Todos podemos hablar con Dios si aprendemos a escuchar su voz en nuestro corazón. Ana quedó sorprendida por la respuesta del anciano pero también intrigada por saber cómo podía hacerlo. Así que decidió pedirle ayuda al hombre para aprender a comunicarse con Dios.
- Señor, ¿me podría enseñar cómo hacerlo? -preguntó Ana emocionada. El anciano aceptó encantado y comenzaron a reunirse todas las tardes en el parque para conversar sobre la vida, los sueños y las formas de conectar con lo divino.
Poco a poco, Ana fue desarrollando su intuición y su capacidad de escuchar su voz interior. Aprendió a meditar y a conectarse con la naturaleza para encontrar paz en su corazón. Y así fue como logró comunicarse con Dios de una manera sencilla pero profunda.
Sin embargo, un día todo cambió cuando el anciano dejó de aparecer en el parque sin dejar rastro alguno. Ana se sintió muy triste y preocupada por su amigo, pero decidió seguir adelante con las enseñanzas que le había dado.
Un día, mientras caminaba por el parque, Ana escuchó un grito de auxilio proveniente del estanque. Al acercarse, vio a un pequeño patito atrapado entre las algas y el lodo. - ¡Oh no! ¡Pobrecito! -exclamó Ana angustiada.
Inmediatamente intentó sacar al patito del agua pero era muy resbaladizo y parecía estar cada vez más atrapado. Entonces recordó lo que su amigo el anciano le había enseñado sobre la importancia de conectar con la naturaleza para encontrar soluciones.
Así que cerró los ojos, respiró profundo e invocó la presencia divina en su corazón. Y entonces ocurrió algo increíble: una fuerza misteriosa pareció guiar sus manos hacia el patito y finalmente logró sacarlo del agua sano y salvo.
Ana se sintió llena de alegría y gratitud por haber podido ayudar a ese ser vivo gracias a su conexión con Dios. Y así comprendió que esa voz interior siempre estaría presente en ella para guiarla en momentos difíciles.
Desde ese día en adelante, Ana siguió practicando sus meditaciones diarias y conectándose con la naturaleza para mantener esa conexión especial con lo divino.
Y aunque nunca volvió a ver al anciano sabía que él seguía allí, guiándola desde otro plano de existencia.
FIN.